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sábado, 15 de junio de 2019

El lobo ( relato corto)

Despertó, se sentía cansado y tiritaba de frío. A su alrededor todo era oscuridad y niebla. Intentó moverse, pero un par de legionarios de su cohorte y un bárbaro se lo impedían.
- ¿Estarán vivos o muertos? Se preguntó, mientras se liberaba del peso de estos.
Poco a poco, fue saliendo de aquel campo de muerte y sufrimiento, por doquier se oían lamentos y maldiciones, a veces en latín y otras en aquella jerga que hablaban los germanos y que apenas si entendía.
De entre los árboles aparecieron de pronto unas antorchas, con aquella niebla nocturna no era fácil reconocer quienes se acercaban, así que se quedó muy quieto.
Por terror comprobó, que a todo romano, vivo o muerto, se le atravesaba el torso con un enorme clavo de acero y luego se le despojaba de armadura y armas.
Se arrastró silencioso y cauto, más parecía un reptil que un hombre, pero al fin las voces se fueron alejando.
Llegó el amanecer, con su luz difusa y un bosque que lo abrazaba como una madre amorosa. Encontró una cueva, profunda y sin habitar, buscó leña y algo que comer y, así, durmió con su fatiga y su miedo.
Con precaución, cada día se acercaba al campo de muerte, y cada vez, menos gente viva deambulaba por él. Al fin un día, ya no vio a nadie, sólo quedaban los restos de los muertos desnudos y las bestias carroñeras alimentándose.
Buscó entre el horror y pudo encontrar aquellas cosas olvidadas o desechadas, que para él eran tesoros: una flecha rota, cordones de cuero una espada rota, un hacha y alguna sandalia.
El bosque, alejado de todo asentimiento humano se convirtió en su hogar, dejó pasar el tiempo, hasta que olvidó su nombre y su lengua, hasta que olvidó el miedo y la soledad.
Cazó y con las presas se alimentó y vistió, pero algo en su interior le reclamaba contacto con la humanidad. Empezó a buscar y una primavera, abandonó la cueva.
Deambulaba, entre perdido y ocioso, a veces más animal que humano, y por las noches, contestaba a los lobos aullando a su vez. Quizás quiso el azar o la mala suerte, pero una mañana, mientras bebía en un arroyo, una jovencita lo vio y espantada por la visión, huyó mientras gritaba ... un lobo, un lobo. La aldea, enseguida se hizo eco de sus gritos y ya a salvo, la joven, mientras se quitaba la capa roja con capucha, contó su encuentro. No faltaron quienes sin haberlo visto, dijeron que ya había asesinado niños y ancianas en los alrededores. Así que, se organizaron partidas de caza. El pobre miserable, no tuvo otra opción que replegarse al bosque profundo y regresar a su cueva.
Cuentan que una noche, mientras contestaba lastimeramente a los aullidos de los lobos, una loba se acercó, pero eso sólo son historias de gentes que temían al bosque y a las noches de luna.
Fin
Rafa Marín

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