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domingo, 23 de septiembre de 2018

Ella (relato corto)

Cada mañana era presa de la misma rutina. Una ducha muy caliente que le arrancará esa piel que creía muerta, un poco de sombra de ojos y color tenue para sus labios. A veces, hacia un esfuerzo que no llegaba a entender y se maquillaba los pómulos y acentuada el color de sus labios. Vestía cómoda, para no llamar la atención, odiaba sentirse observada, odiaba esos ojos varoniles que intentaban dibujar su figura desnuda.
Aquella noche, tras un largo día de trabajo, niños y desatención, decidió llamar a aquella misteriosa puerta, que junto a la entrada de su casa, dejaba ver algo de luz del interior.
Para su sorpresa nadie abrió, pero le pareció como si un cerrojo se cerrará por dentro. El tiempo pasó, ella miraba aquella puerta, entre curiosa y un poco, porqué no, dolida.
Pero cada día que pasaba, la puerta parecía desvanecerse; ella tenía la sensación de ser una de las trompetas que arruinó las murallas de Jericó. Por fin una noche, vio la puerta abierta y un cartel que invitaba a mirar. Indecisa asomó tímida la cabeza y en un cartel de neón leyó: "si entras haré todo lo posible por robarte el alma"
Ella se rió a carcajadas, pero por favor, gritó a la sombra del interior, tú no sabes de mi nada y nada es lo que vas a encontrar.
Desde esa atrayente oscuridad surgió una dulce melodía, un canto que le dijo lo que ya en ella nadie veía.
Se sonrojó y sacando todo su coraje dijo.
- ¿No sabes que yo soy ella?
- Te haré daño, continuó diciendo, pues yo no se amar, seré una eterna promesa y de mis labios sólo su ausencia encontrarás.
Poco a poco la sombra se fue yendo, dando paso a un lugar sin cadenas. Ella se sorprendió, reía y pensó.
- ¿qué infierno es este? No hay ataduras, ni dudas, ni siquiera preguntas. Sólo me ofrece libertad, pero pide un precio muy alto.
El demonio, la invito a ser suya.
- Sólo me atraen las mujeres inteligentes y bellas, dijo este con una sonrisa.
- No puedo entregarme a ti, yo soy leal. Mi fe no me lo permite.
- No tengo prisa, yo soy la paciencia y tú curiosidad es mi fortaleza.
Ella, jugó, fueron noches de no dormir, pero le daba igual, ese demonio iba a saber quien era ella.
- Bella, dijo el demonio.
No lo digas más, le reprochó ella.
Pero el demonio no hizo caso y susurro.
 ... bella ... bella ... bella ...
- ¡No! Insistía ella.
Entonces el demonio, sujetándola con fuerza, la puso delante de un espejo y le susurro su nombre.
Ella se enfureció.
- ¿Como un demonio podía ver lo que había en su interior, cómo podía ver su piel y su ser?
Este, mirándola a los ojos la beso con su fuego.
- Tu belleza es tu alma, y yo me alimento de ellas.

Fin
Rafa Marín


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