Hubo una felicidad alcoholizada,
noches de oscuras y crueles miedos;
cantos en la madrugada a los dioses paganos.
Hubo una edad sin de amor requiebros;
escondidos estaban y por ellos pagamos.
Hubo, para qué quejarnos,
noches oscuras con sabor a barro;
muros en la niebla y lluvia en las manos.
Hubo un tiempo de bosques perdidos,
de niños con hambre y madres sin hijos,
de padres violentos, tiempos malditos.
Rafa Marín
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