Se le hacía extraño extrañarle;
a su piar, a su inquieta mirada.
Era sólo un gorrión mojado
de niebla frente a su ventana posado.
Pero la tarde que no estaba,
sonreía al recordarlo. Cada mañana,
cuando su ventana abría,
allí estaba,
no era su alegría,
sólo era un gorrión posado.
Rafa Marín
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