Los charcos del suelo fueron los únicos
que le limpiaron el alma.
Los puentes helados dieron refugio a su cuerpo.
Su vida fue su única casa.
Con el alma prendida de un clavo.
Con los sueños rotos.
Cansado y viejo, sucio y sin zapatos.
Pero cada noche de su puerta colgaba un verso.
Cansado de esta lucha y cansado de perder.
Que fácil sería quedarse tumbado.
No levantarse, cerrar los ojos.
No oír los lamentos...dormir.
Rafa Marín
Muy triste tu poesía
ResponderEliminarPero Muy bonita....