Al final eres tantas cosas,
que te vuelves una nada;
el rocío sobre la hierba,
que a poco desaparece,
bajo la tenue luz de un sol,
que mis huesos no calienta.
Te vuelves juguete olvidado
o una muñeca tirada,
que no tiene piernas.
Así, al clamor de los días,
vas de aquí a allá mirando,
pero nunca de verdad aciertas.
Rafa Marín
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