Sobre el estrado ligero se posa,
casual como el canto de un ave,
se proyecta el rayo de luna.
Todo se vuelven sombras azules,
unas casi negras y otras,
fantasmales como ese brillo,
que turbulento fulge de la cascada.
Pero en la sala nada se mueve,
solo ese fortuito rayo de luna que avanza,
despertando en la noche tras de si,
misteriosos silencios de madrugada.
Rafa Marín
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