A esta fatiga del deshonor,
el de las palabras de mentira,
a esas que conocemos los dos,
dedico esta oda maldita.
Ella que sólo es canción,
para los oídos que invita,
porque nunca fue corazón,
sino una piel que se marchita.
Adiós, adiós, no me queda pasión,
ni tú, amor, la necesitas.
Rafa Marín
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