La noche, brumoso secreto, te hizo mía,
cual capricho de un alma desatada,
entre gritos de placer entragada,
mientras mi ser una y otra vez sucumbía.
Lo sé, en vida jamás a ello osadía,
pero en sueños eramos carne enlazada,
un monstruo de dos heridas espaldas,
que gozar y ser uno solo querían.
Rafa Marín
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