Agraz sucumbe esta brisa,
sílice tan fría y lejana,
que vuelve las nubes naranjas,
porque viene sin tu risa.
Tú, mujer, dura, espartana,
haces de mi pecho herida,
de mi voz un canto que grita,
cuando te sueño sin mañanas.
Pasión que he encontrado,
recorriendo estas estepas,
la maldición de los dados.
Sentirte con las manos llenas,
no besarte, para ser barro,
polvos, de mil frías estrellas.
Rafa Marín
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