No veo las lejanas estrellas,
mis ojos ya se niegan a hacerlo,
pero de todas guardo su recuerdo,
y eso las hace más bellas.
No puedo oír, cuanto lo siento,
mis oídos tan llenos de querellas,
duras palabras, otras frías y secas,
como en la noche los lamentos.
Pero hablar si se que hablo,
mis labios y boca desafían,
la sensatez cuando cuando los abro.
De tarde en tarde se confían,
en la recta final son caballos,
y más que correr dasatinan.
Rafa Marín
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