Perdido en esa bruma,
un gris de la memoria,
al pasado sin fe miraba.
Nada veía, salvo quizás,
los juegos de una infancia,
que la pobreza le robó.
No sentía ya la envidia enquistada,
ni el miedo, ni tan siquiera,
ese hambre de pan tierno.
Con sus manos temblorosas
y por la edad gastadas,
con sus ojos que vieron al mal,
con su voz de hoz mal afilada,
sobre el blanco de los sueños,
entre palabras sencillas,
su vida poco a poco esculpió.
Rafa Marín
No hay comentarios:
Publicar un comentario