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jueves, 31 de diciembre de 2020
Ella
jueves, 24 de diciembre de 2020
Cual carrusel
jueves, 17 de diciembre de 2020
Latido
lunes, 14 de diciembre de 2020
Llama
Sobre la espuma
jueves, 3 de diciembre de 2020
Diario de un no confinado (relato corto)
Día 1
No tengo tabaco y quiero dejarlo, aunque fumo muy poco.
Me ha guiado el olor a pan recién hecho, me ha asombrado. El silencio
recorre las calles y casi diría que se oía el mar. Hasta la hierba parece más
verde.
Me he encontrado las puertas del pipican sacadas de sus goznes. Al parecer
no ha gustado que algunos podamos pasear al perro.
Los trenes pasan con regularidad, pero los andenes parecen imágenes
congeladas en el tiempo. Estoy casi convencido de que esta cuarentena nos va a
cambiar a todos. Ojalá sea para hacernos mejores, aunque solo sea a mí.
Día 2
Es lunes, me he cruzado con tres o cuatro personas, todos cabizbajos. Luna
ha gruñido a un señor que se acercaba, me ha pedido un cigarrillo, pero no
llevaba. Hoy el pipican estaba tan desierto como ayer. La perra s corrido como
si le faltara mundo, pobrecilla, está mal acostumbrada, salíamos al campo cada
día. Es curioso lo que cambia todo en un instante. An, ha de ir a trabajar, no
sabe si tendrá mascarillas y guantes, pero su trabajo es un puesto esencial. Me
mira y veo preocupación en sus ojos, le sonrío y la beso. Cuando esto pase
iremos a la playa para hacer el amor.
Me mira más triste, pero pinta una sonrisa en su cara. El niño duerme,
inocente y feliz. No sabe que saco al chucho temprano, para que el no sienta
envidia. Hoy tiene clases on-line, al menos estará distraído. Bajaré a comprar
alimentos.
Día 3
No he dormido, el crío se despertó llorando, dice que tenía una pesadilla y
no puede dormir.
Me habla del virus y pregunta si me voy a morir. Hablo con él, pero me
comenta que un médico en la tele ha dicho que es muy peligroso ir a trabajar.
No sé qué contestarle, sonrío. El médico es uno de Granada, al parecer a
montado un show entre gritos y aspavientos. Lo convenzo de que en casa estamos
a salvo, me mira y responde. Pero mamá va a trabajar y tú iras mañana, trabajas
en un sitio peligroso. Estoy desolado, mañana trabajaré y no sé si habrá EPI's.
Día 4
Llevo 4 días durmiendo 4 horas, la cabeza me zumba como un avispero y estoy
nervioso.
Luna muestra su instinto y yo la miro sorprendido, no es mi niña. Es un
sabueso y se porta como tal.
El niño está agotado y yo, no sé cómo darle ánimos. Hemos decidido ignorar
las noticias Pero claro, he de trabajar y toda la prensa nacional estará allí.
An, me siento tan halagado.
Cada día a partir de hoy estaré expuesto a la COVID-19, no temo por mí.
Pero no estoy solo y sufro.
Me gustaría tener valor para decir lo que siento.
Ser meticuloso y precavido, pero con 30 problemas en la mesa, es difícil no
llevarse las manos a la cara.
Estoy deseando hacer el amor con mi pareja, pero no va a poder ser.
Estoy aquí solo, tengo que protegerla.
Día 5
Trabajar.
Es curioso, pero la rutina de la auto protección va calando.
La frase del día:
Que pueda pasar un elefante entre vosotros dos.
Los corrillos son una tentación.
Trabajo y más trabajo, que no tengas tiempo para pensar.
La soledad del despacho, la tentación de huir. Nada de lo que haces sirve,
no sé por qué me molesto.
Me siento señalado, me preocupa más la seguridad de todos que su opinión.
Las llaves se pierden.
Adivina, es tan sencillo, aún no aprendí.
Cada vez más paranoico y más obsesivo.
Decir la verdad a quien se cree más listo.
Día 7
A la hora de tomar el tren me sentí decepcionado, había gente en la calle,
no entiendo bien por qué las personas hacen eso. Supongo que piensan que esto
no va con ellas. La valentía del personal sanitario y la temeridad egoísta de
quiénes sólo piensan en sí mismos. Los trenes están vacíos, los imagino como
serpientes hambrientas que recorren Cíbola, una tentación, sin promesas ni
paraíso.
Ese momento feliz, recorrer la decena de metros que van desde la puerta al
baño.
Como si fuera un camino a la salvación.
La felicidad de An al verme.
Día 8
El miedo me visita en forma de gente desinfectando la oficina.
No entres, hay que dejar pasar un rato.
Toma café, banaliza, que nadie sepa que estás pensando.
Pero no puedo y sigo fumando; cigarrillo tras cigarrillo, como si fuera mi
última noche.
En casa todo es distinto.
Día 9
Tras una noche de sofá y whisky, me siento cansado.
Recobro la paz aislado.
Mascarillas, guantes, cubiertos, plato, vaso hasta la soledad tiene mi
nombre.
Nunca debí de aprender a llorar.
A las 3 de la mañana siento que se tumba a mi lado.
Me toma la mano y no dice nada.
Día 10
Es ahora. Solo fue un susto, el primero de los muchos que vendrán.
Estoy feliz, porque puedo hacer los deberes con el niño, cocinar y
respirar.
Me preparo un uniforme para mañana.
Vuelve el recuerdo y me siento vulnerable.
La paz se marcha con la prisa del que huye.
Día 11
Me voy aislando poco a poco, temo contagiar a los míos.
He visto controles, demasiados viandantes y vehículos.
El tren va casi vacío, pero en Gavá, sube un grupo de veinte. Van
agrupados, como si temieran que un lobo se llevase a uno de ellos.
En casa impera la ley marcial. Lo que dice mamá, se cumple a raja tabla.
El niño empieza a desmandarse.
Llueve en los campos desiertos, me pregunto cuánto van a tardar en imponer
el confinamiento absoluto y cuánto va a durar. Vuelvo a fumar, creo que los
intentos por dejarlo son mera especulación.
Día 12
No me guío por el tiempo, sino por la necesidad de contar mi estado.
Han reducido los trenes, he reducido mi necesidad de escribir, hay una
desgana que flota como la niebla entre los montes.
Poco a poco va descendiendo el número de personas que viaja, no quiero
saber nada.
Día, no lo sé
La noche me reclama su atención, sus horas y su silencio, como si fuesen un
potro, me lanzan desbocado.
El sueño no viene, se disfraza de grito y callo.
Veo como cada cual roba a los demás, me sorprende la caridad de los
gobiernos, mientras las personas regalan pan. Hoy he reído, mi alma llora, pero
yo río. Es lo único que le puedo dar a mi hijo, fe.
La casa está llena de libros, de todos aprendí algo.
La televisión está llena de inútiles datos. Sólo nos ofrecen la miseria de
gentes sin conciencia.
La mitad de lo que me resta de vida por Verla envejecer.
Me mira y me besa.
Me siento un privilegiado, tenerla cerca da sentido a lo que hago cada día.
Hubo un tiempo de oscuridad y muerte, pero no va a volver.
Quiero que todo pase, que todo acabe bien, pero no está en mi mano.
Reconozco que banalice con esta pandemia.
Día, otro más
Me preguntaron si tenía miedo. Respondí que no.
La suerte de la vida está en nuestras acciones.
¿Se pueden perdonar mil acciones de maldad?
No lo sé, pero me costó toda una vida redimirme.
No sé qué sentido tiene todo esto que escribo. Sólo sé, que no puedo
dormir.
Día 21
Es tarde, pero estas dos últimas horas han merecido la pena. Reencontrar la
paz y la fe en nuestro todo es gratificante.
Reconozco que nunca seré el mismo, he vuelto a ver la maldad en aquellos
que creí alejados.
Un pensamiento feliz y cual Peter Pan, alzar el vuelo, libre. Necesito de
vosotros más que vosotros de mí, en el fondo soy tan débil como el que más.
Día 24
Releo en silencio mi pasado, buscando quizás el por qué de este presente.
La noche es mala consejera, me pide salir y perderme en los callejones
desiertos, en la humedad de las aceras, sin otra intención que buscar una vida
que ya no está.
Los peces del acuario miran ... con la insolencia del prisionero.
Hoy me pidieron una foto de cuando era niño, yo recuerdo cuando pedía pan.
El campo debe de estar precioso, ahora que nadie va a pisotear las flores.
Tengo amigos en todos los estatutos sociales, enemigos tengo el doble.
Creo que esperaré despierto al amanecer, si dios existe, ¿me prestará su
ayuda?
La mesa del salón parece el mármol de una morgue. Fría, limpia y esperando
su función.
En este punto, he decidido no seguir con el absurdo hecho de escribir lo
que siento.
Fin
Rafa Marín
sábado, 28 de noviembre de 2020
Ella
miércoles, 25 de noviembre de 2020
La caverna (relato corto )
De repente, el suelo cedió bajo sus pies y se precipitó al fondo de aquella
sima.
Rodó y rodó, golpeándose una y otra vez, hasta que por fin, toco fondo.
Tras un largo rato, magullado y dolorido, alzó la vista y vio en las alturas el
ojo de luz por el que había caído. Intentó trepar por la inclinada ladera, pero
le resultó imposible, presa de la desesperación, arrojó una piedra a la
oscuridad circundante. Para su asombro, esta no golpeó contra nada, sino que
rodó unos metros.
Poco a poco sus ojos se habitaron a la negrura, descubriéndose ante él un
mundo desconocido.
Buscó en sus bolsillos y encontró, una navaja, junto con un mechero y
tabaco.
Prendió un cigarrillo y sonrió al pensar en la fatalidad de su suerte,
nadie lo encontraría, porque nadie lo está buscando. Acabó el pitillo y decidió
aventurarse en las negras galerías de la cueva que había descubierto.
La fruta, con el paso de las horas, le descubrió un mundo de posibilidades.
Tenía agua y a la acogedora luz de los cientos de agujeros de su bóveda,
crecían plantas y frutales.
Pasaron con su rutinaria cadencia, los días y las noches, hasta que al fin,
se dio por vencido. Pese a haber hecho fogatas penachudas de humo, pese a sus
gritos y llantos desconsolados, nadie acudió en su rescate.
De tarde en tarde, los ojos luminosos le regalaban algún animal que se
mataba contra el suelo y así, su precaria vida, retomaba otra vez el sentido.
Cada vez que despertaba, era como si todo comenzara de nuevo, gritaba y
gritaba, pero jamás nadie lo oyó.
Los días y meses dieron paso a los años y por fin un día que vagabundeaba
por su reino de tinieblas, escuchó el susurro de unas voces humanas.
Gritó para hacer notar su presencia, pero las voces se extinguieron y sólo
el sonido de unos pasos que corrían fue la respuesta que obtuvo.
Mientras él medraba en su prisión, en el exterior, se fue formando la leyenda
de la gruta encantada. Se hablaba de gritos y luminarias que muchos decían
haber visto u oído, siempre sin poder explicarse el porqué.
Fin
Rafa Marín
domingo, 22 de noviembre de 2020
Decirte
Beso
sábado, 21 de noviembre de 2020
Ricard
viernes, 20 de noviembre de 2020
Luna
Luna que entre los olivos corres,
deja ya de buscar su mirada.
Ella es ninfa de los cauces de agua,
un suspiro que mi piel socorre.
Luna que al pozo mira, no te asomes!
Porque allí no está su mirada.
Ella es quien mi vida aguanta,
con sus manos limpias de color cobre.
Rafa Marín
miércoles, 18 de noviembre de 2020
Quimera
Avioncito
Un avioncito de papel,
volar con la brisa al atardecer.
Sucumbir a mi necesidad,
darte besos, tan dulces como la miel.
Pero nuestro tiempo pasará,
olas de encaje en el ayer,
un silbido que se alejará,
nadie espera en el andén.
Sólo viejos en un banco,
esperando que el tiempo pase.
Pobre avioncito de papel,
arrugado lo encontré,
mojado de fría escarcha.
Sueños que se fueron sin querer,
al filo de una madrugada.
Rafa Marín
sábado, 14 de noviembre de 2020
Infelice
Tanto has visto ?
martes, 10 de noviembre de 2020
En tus ojos
lunes, 9 de noviembre de 2020
Volar
sábado, 7 de noviembre de 2020
Razones
martes, 3 de noviembre de 2020
Silencio
domingo, 1 de noviembre de 2020
Musa
Oda
sábado, 31 de octubre de 2020
La esperanza (relato corto)
Los dos niños, hermana y hermano, miraban por la ventana. En el piso de
abajo, la reunión familiar se desenvolvía entre risas y brindis
grandilocuentes.
La luna brillaba sobre un cielo despejado y frío. De repente la vieron,
subida en su escoba, con su sombrero de pico y una capa que ondeaba al viento.
Más que asustarse, se miraron ilusionados.
Como si fuese una señal, la bruja, dirigió la escoba hasta la ventana y les
invitó a subir, ambos lo hicieron de buen grado, incluso pensaron que sería una
aventura llena de bonitas sorpresas. Se equivocaban.
Al principio fue divertido, sobrevolaban los techos grises de pizarra de
las casas del pueblo en círculos cada ver más amplios, hasta que de pronto, la
bruja enfiló su vuelo hasta lo más profundo del bosque. Los hermanos quisieron
protestar, pero un sopor les invadió y se quedaron dormidos.
Despertaron a la vez, sobresaltados y asustados. Estaban encerrados en una
gran jaula, en aquel oscuro y siniestro habitáculo, lleno de estanterías con
tarros y una chimenea en la que ardía sin brillo una pequeña fogata.
Sintieron frío y hambre, pero estaban solos. De la bruja ni había ni rastro,
salvo por la escoba, la cual descansaba en un rincón.
Todo parecía húmedo y sucio y por vez primera, pensaron en su suerte.
El hambre, la sed y el miedo, pronto hizo presa en ellos, no tenían ni idea
del tiempo transcurrido, pero el rugir de sus estómagos vacíos y la sed, les
impedían pensar en alguna forma de escapar.
Él, algo mayor que su hermana, intentó consolarla con palabras cariñosas,
pero la niña lloraba inconsolable, tanto que una mirada de reproche se le pintó
en la cara.
Convencidos ya de su triste final, se tumbaron en el suelo y esperaron, sin
nada que esperar.
El cansancio y el frío les mantuvo en un soez duermevela repleto de malos
pensamientos.
Por fin se abrió una puerta y un raudal de luz, llenó aquella nauseabunda
estancia.
Entró una joven, guapa y de mirada altiva, los miró y con extrema
delicadeza, les informó de que ahora eran propiedad de Morgana, una bruja
malvada y cruel. Luego les alcanzó un cazo con agua y un poco de pan mohoso de
sabor repugnante.
Les dijo que Morgana era tan vieja como la humanidad, sólo decirles que no
me recrearé en la vida de abusos y violencia que les esperaba; al fin y al cabo
la mente humana es la única capaz de imaginar el infierno. Pero cada vez que
los chicos eran devueltos a aquella jaula, la joven hermosa aparecía con agua y
alimentos.
Pasó el tiempo y una de esas veces en las que ellos no estaban
emocionalmente muertos, la hermana le preguntó.
- Sabemos que la bruja se llama Morgana. Pero y tú, ¿cómo te llamas tú?
A lo que la joven respondió.
- Mi nombre es Esperanza.
Fin
Rafa Marín
La niebla (relato corto )
La niebla, poco a poco, fue ocultando las lápidas de mármol, las cruces
torcidas y los cipreses olvidados. Sólo la luna escapaba a su manto.
El chico, miraba con ojos de plato y en los ojos de todos veía el miedo que
se iba dibujando.
- Es la niebla, ya llega. Musitó la anciana.
- ¿Qué pasa con la niebla? Preguntó el niño.
Pero nadie contestó, el silencio de todos hizo que el niño empezara a
llorar.
La mujer que estaba a su lado lo abrazó y miró a todos.
- No pasa nada, cariño.
La anciana, señaló hacia un punto más allá de la valla del cementerio y
todos miraron con pesadumbre.
Las luces del salón de la casa, parecían no iluminar y a través de la
ventana; mortecina y fría, la luz lechosa de la luna, daba un aspecto
cadavérico a los presentes.
Solo en los ojos llorosos del niño, parecía haber algo de vida.
Las sombras oscuras que se perfilaba entre la niebla, se fueron agrandando,
amenazando con taparlo todo.
Uno de los presentes, incapaz ya de resistir la tensión, soltó un alarido y
derrumbándose, quedó inerme en el suelo.
Las sombras parecieron alejarse, el niño lloraba y la abuela gritó.
- Se alejan, temen nuestros gritos, se alejan.
Entonces, presas del paroxismo, todos gritaron.
Las sombras se alejaron y todos dejaron de gritar.
La niebla parecía una cortina grisácea que transformaba todo en sombras
chinescas.
Al rato, los presentes en aquel salón, espantados, vieron cómo poco a poco,
otra vez, las sombras del exterior se acercaban, parecía que cautelosas al principio,
pero pronto comenzaron a ser más asadas y numerosas.
El griterío del interior comenzó de nuevo, incluso el llanto del niño,
contagiado por estridencias, pareció más doloroso.
Como cabía de esperar, las sombras retrocedieron, esta vez en desbandada.
El griterío se transformó y un canto de victoria.
Pero las sombras volvieron y se alejaron, como si de un juego se tratase.
Al final, la luz del alba, despuntó como una señal salvadora. Los ocupantes
de la casa, exhaustos y casi felices se retiraron, incluso el niño parecía
satisfecho con su colaboración.
En el exterior, todo se llenó con luces azules y las sombras se alejaron
definitivamente.
Al día siguiente, 2 de noviembre, el periódico local, reflejó la siguiente
noticia.
Como viene sucediendo desde hace varios años atrás, las voces
procedentes de la casa abandonada del guarda del cementerio, provocan miedo y
expectación, entre un grupo de curiosos que pretendían celebrar la noche de
difuntos entre las tumbas del cementerio de la ciudad.
Fin
Rafa Marín.
domingo, 25 de octubre de 2020
An
sábado, 24 de octubre de 2020
17 años
Esperando
sábado, 17 de octubre de 2020
La becaria (relato corto )
A veces, la vida se entiende entre cafés, me explico.
Hace algunos años, en mis primeros días de Twitter, "conocí" a
una chica. Bueno, eso creí al principio. Como tod@s saben, tengo muy poca
vergüenza y más guiado por la curiosidad que por el deseo, empecé a chatear por
MD's conella.
Era culta, más que yo y la foto del avatar, era una selfie, que no dejaba
lugar a dudas, era real.
Tengo la suerte de trabajar en el lugar mejor comunicado de Barcelona, así
que la "convencí" para tomar un café en un lugar cercano. Ella,
alegando no tener tiempo, pospuso la cita en un par de ocasiones y cuando ya
pensaba que no iba a suceder, sorpresa. Me dice que está cerca de mi despacho.
Casualmente, esa tarde iba impecable, zapatos lustrados, uniforme de la
tintorería, barba arreglada y recién cobrado, nada podía salir mal. Pues lo
dicho, no hubo la típica frase del como te reconoceré, ni una flor, ni esas
mandangas.
Llegamos a la cafetería, cada cual por su camino, pero a la hora fijada.
Una sonrisa y un beso en la mejilla, fue todo el protocolo.
La verdad, es que yo, me quedé un poco sin saber quedecir. Ella, joven y
guapa, vestía con esa elegancia y descaro juvenil que yo nunca tuve.
Recuerdo que la primera cosa que se me vino a la cabeza, fue "La
Odisea".
Pero ahí estaba ella, mi Circe particular. Pedí, para mí, café americano y
ella, té rojo con leche.
Y empezamos acharlar.
Que si en mi vida hice, que si en su vida hizo. Pero sus ojos y los míos,
poco a poco se miraban más, sinceramente creo que en ese punto, debí dejarlo,
pero, ¿quién es el guapo que se va?
Mi teléfono corporativo sonaba cada poco, ahora creo que fue una señal.
Como digo, estaba trabajando y tuve que regresar.
Al despedirme, ella tomó mi mano, me besó fugazmente en los labios y se
marchó.
Me sentí observando y envidiado por la clientela del bar, sin distinción
entre hombres y mujeres.
Al llegar a mi oficina, ¡sorpresa!
Mi jefe, estaba esperándome. Me dijo, que a partir del lunes siguiente
tendría una becaria, a la cual debería adiestrar para trabajar con nosotros.
Las conversaciones con, la llamaré Adelita, siguieron, cada vez con más
frecuencia, hasta que llegó el lunes y ante mi sorpresa, ahí estaba Adelita. Me
enfadé, por supuesto, no se notó, salvo quizás por el tremendo portazo y el
"estoy hasta los huevos" que lo acompañó.
Adelita, me miraba desolada, y yo, pese a mi genio, quise saber el por
qué.
La verdad, es que en mi vida, me han dado muchas sorpresas, pero esta,
bueno no la esperaba.
Él, mi jefe, es mi padre, me espetó a la cara. Yo no sabía que me iba a
poner a trabajar contigo.
La miré y descolgado el teléfono, llamé a mi jefe.
Hola, Andrés, atiné a decir. ¿Es Adelita, tu hija?
Me dijo que si, que lo había ocultado, para que no tuviera un trato de
favor.
Rompí en una risa histérica y entre balbuceos le dije, que Adelita y yo,
nos íbamos a comer, para poder evaluar sus cualidades y poder afianzar su
autoconfianza.
Me dijo que bien, que podía pasar la nota de gastos a la empresa.
Tomé a Adelita de la mano y nos fuimos directamenteal hotel de
enfrente.
Follamos, ¡oh sí! Como quizás nunca se ha follado en este cochino mundo.
Tras dos horas del más depravado y sensual juego amoroso, volvimos.
Nos encerramos en mi despacho y mirándola a los ojos le pregunté el porqué
de todo aquello.
Me dijo, que me amaba.
Le entregué un par de dossieres y le dije que a la mañana siguiente, a las
9:00 horas, quería una evaluación de las acciones que se describían y las
decisiones que ella habría tomado.
Luego, salí y fui a ver a Andrés
Solté sobre la mesa, mis credenciales y un pequeño regalo.
Todo nuestro encuentro sexual estaba grabado.
Después, a modo de despedida, le solté una bofetada y salí para nunca más
volver.
Sé, que Adelita, al poco sustituyó a su padre al frente del departamento.
Pero me queda la duda de que quizás, ella tal vez fuera sincera.
Fin
Rafa Marín