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miércoles, 25 de noviembre de 2020

La caverna (relato corto )

De repente, el suelo cedió bajo sus pies y se precipitó al fondo de aquella sima.

Rodó y rodó, golpeándose una y otra vez, hasta que por fin, toco fondo. Tras un largo rato, magullado y dolorido, alzó la vista y vio en las alturas el ojo de luz por el que había caído. Intentó trepar por la inclinada ladera, pero le resultó imposible, presa de la desesperación, arrojó una piedra a la oscuridad circundante. Para su asombro, esta no golpeó contra nada, sino que rodó unos metros.

Poco a poco sus ojos se habitaron a la negrura, descubriéndose ante él un mundo desconocido.

Buscó en sus bolsillos y encontró, una navaja, junto con un mechero y tabaco.

Prendió un cigarrillo y sonrió al pensar en la fatalidad de su suerte, nadie lo encontraría, porque nadie lo está buscando. Acabó el pitillo y decidió aventurarse en las negras galerías de la cueva que había descubierto.

La fruta, con el paso de las horas, le descubrió un mundo de posibilidades. Tenía agua y a la acogedora luz de los cientos de agujeros de su bóveda, crecían plantas y frutales.

Pasaron con su rutinaria cadencia, los días y las noches, hasta que al fin, se dio por vencido. Pese a haber hecho fogatas penachudas de humo, pese a sus gritos y llantos desconsolados, nadie acudió en su rescate.

De tarde en tarde, los ojos luminosos le regalaban algún animal que se mataba contra el suelo y así, su precaria vida, retomaba otra vez el sentido.

Cada vez que despertaba, era como si todo comenzara de nuevo, gritaba y gritaba, pero jamás nadie lo oyó.

Los días y meses dieron paso a los años y por fin un día que vagabundeaba por su reino de tinieblas, escuchó el susurro de unas voces humanas.

Gritó para hacer notar su presencia, pero las voces se extinguieron y sólo el sonido de unos pasos que corrían fue la respuesta que obtuvo.

Mientras él medraba en su prisión, en el exterior, se fue formando la leyenda de la gruta encantada. Se hablaba de gritos y luminarias que muchos decían haber visto u oído, siempre sin poder explicarse el porqué.

 

Fin

 

Rafa Marín


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