La niebla, poco a poco, fue ocultando las lápidas de mármol, las cruces
torcidas y los cipreses olvidados. Sólo la luna escapaba a su manto.
El chico, miraba con ojos de plato y en los ojos de todos veía el miedo que
se iba dibujando.
- Es la niebla, ya llega. Musitó la anciana.
- ¿Qué pasa con la niebla? Preguntó el niño.
Pero nadie contestó, el silencio de todos hizo que el niño empezara a
llorar.
La mujer que estaba a su lado lo abrazó y miró a todos.
- No pasa nada, cariño.
La anciana, señaló hacia un punto más allá de la valla del cementerio y
todos miraron con pesadumbre.
Las luces del salón de la casa, parecían no iluminar y a través de la
ventana; mortecina y fría, la luz lechosa de la luna, daba un aspecto
cadavérico a los presentes.
Solo en los ojos llorosos del niño, parecía haber algo de vida.
Las sombras oscuras que se perfilaba entre la niebla, se fueron agrandando,
amenazando con taparlo todo.
Uno de los presentes, incapaz ya de resistir la tensión, soltó un alarido y
derrumbándose, quedó inerme en el suelo.
Las sombras parecieron alejarse, el niño lloraba y la abuela gritó.
- Se alejan, temen nuestros gritos, se alejan.
Entonces, presas del paroxismo, todos gritaron.
Las sombras se alejaron y todos dejaron de gritar.
La niebla parecía una cortina grisácea que transformaba todo en sombras
chinescas.
Al rato, los presentes en aquel salón, espantados, vieron cómo poco a poco,
otra vez, las sombras del exterior se acercaban, parecía que cautelosas al principio,
pero pronto comenzaron a ser más asadas y numerosas.
El griterío del interior comenzó de nuevo, incluso el llanto del niño,
contagiado por estridencias, pareció más doloroso.
Como cabía de esperar, las sombras retrocedieron, esta vez en desbandada.
El griterío se transformó y un canto de victoria.
Pero las sombras volvieron y se alejaron, como si de un juego se tratase.
Al final, la luz del alba, despuntó como una señal salvadora. Los ocupantes
de la casa, exhaustos y casi felices se retiraron, incluso el niño parecía
satisfecho con su colaboración.
En el exterior, todo se llenó con luces azules y las sombras se alejaron
definitivamente.
Al día siguiente, 2 de noviembre, el periódico local, reflejó la siguiente
noticia.
Como viene sucediendo desde hace varios años atrás, las voces
procedentes de la casa abandonada del guarda del cementerio, provocan miedo y
expectación, entre un grupo de curiosos que pretendían celebrar la noche de
difuntos entre las tumbas del cementerio de la ciudad.
Fin
Rafa Marín.
Rafa, me gusta, engancha tu relato¡¡¡felicitaciones
ResponderEliminarMuchas gracias, Elen
EliminarMuchas gracias, Elen
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