Los dos niños, hermana y hermano, miraban por la ventana. En el piso de
abajo, la reunión familiar se desenvolvía entre risas y brindis
grandilocuentes.
La luna brillaba sobre un cielo despejado y frío. De repente la vieron,
subida en su escoba, con su sombrero de pico y una capa que ondeaba al viento.
Más que asustarse, se miraron ilusionados.
Como si fuese una señal, la bruja, dirigió la escoba hasta la ventana y les
invitó a subir, ambos lo hicieron de buen grado, incluso pensaron que sería una
aventura llena de bonitas sorpresas. Se equivocaban.
Al principio fue divertido, sobrevolaban los techos grises de pizarra de
las casas del pueblo en círculos cada ver más amplios, hasta que de pronto, la
bruja enfiló su vuelo hasta lo más profundo del bosque. Los hermanos quisieron
protestar, pero un sopor les invadió y se quedaron dormidos.
Despertaron a la vez, sobresaltados y asustados. Estaban encerrados en una
gran jaula, en aquel oscuro y siniestro habitáculo, lleno de estanterías con
tarros y una chimenea en la que ardía sin brillo una pequeña fogata.
Sintieron frío y hambre, pero estaban solos. De la bruja ni había ni rastro,
salvo por la escoba, la cual descansaba en un rincón.
Todo parecía húmedo y sucio y por vez primera, pensaron en su suerte.
El hambre, la sed y el miedo, pronto hizo presa en ellos, no tenían ni idea
del tiempo transcurrido, pero el rugir de sus estómagos vacíos y la sed, les
impedían pensar en alguna forma de escapar.
Él, algo mayor que su hermana, intentó consolarla con palabras cariñosas,
pero la niña lloraba inconsolable, tanto que una mirada de reproche se le pintó
en la cara.
Convencidos ya de su triste final, se tumbaron en el suelo y esperaron, sin
nada que esperar.
El cansancio y el frío les mantuvo en un soez duermevela repleto de malos
pensamientos.
Por fin se abrió una puerta y un raudal de luz, llenó aquella nauseabunda
estancia.
Entró una joven, guapa y de mirada altiva, los miró y con extrema
delicadeza, les informó de que ahora eran propiedad de Morgana, una bruja
malvada y cruel. Luego les alcanzó un cazo con agua y un poco de pan mohoso de
sabor repugnante.
Les dijo que Morgana era tan vieja como la humanidad, sólo decirles que no
me recrearé en la vida de abusos y violencia que les esperaba; al fin y al cabo
la mente humana es la única capaz de imaginar el infierno. Pero cada vez que
los chicos eran devueltos a aquella jaula, la joven hermosa aparecía con agua y
alimentos.
Pasó el tiempo y una de esas veces en las que ellos no estaban
emocionalmente muertos, la hermana le preguntó.
- Sabemos que la bruja se llama Morgana. Pero y tú, ¿cómo te llamas tú?
A lo que la joven respondió.
- Mi nombre es Esperanza.
Fin
Rafa Marín
Precioso Rafa. Lola
ResponderEliminarMuchas gracias, Lola.
ResponderEliminarEres muy generosa conmigo.
Me ha encantado Rafa. Me gusta mucho
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