Bajo este azul que nos condena,
no seré otra vez una voz que llora,
adorando su mirada de diosa,
pasión por la que la mía se entrega.
Perder la razón entre las veredas,
siendo alimento entre las rosas.
Porque a todos la muerte nos honra,
pedir que la mía sea verdadera.
En cada palabra buscar el final,
por su silencio estar derrotado,
y en verso tener que imaginar,
aquello que no siento en mis manos;
de su cuerpo la gracia que es pecar,
atrapando su miel entre mis labios.
Rafa Marín
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