Me sorprende
este amanecer
con saludos
que amables
me llegan por
doquier.
Me
sorprende...
y aún me dejo
sorprender
por tu sonrisa
y el brillo
de tus ojos y
tu querer.
Las mañanas, que
siempre,
fueron lenta
ausencia
son hoy esa
cotidiana
y nerviosa inminencia
que me invita
a correr
por una playa
descalzo
y sin nada que
temer.
Ya no hay
miradas atrás,
ya no hay
triste recelo
y me invade tu
paz.
Como paisaje
nevado
que se
extiende y mi vista
no puede ver
su final.
Manto de
blanca armonía
y la añorada y
cotidiana paz.
Sin
misteriosas huellas,
sólo las tuyas
junto a las mías
y el calor de
tu piel
cuando por mí
se deja besar.
Rafa Marín
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