Llegó la tarde
y en suspiro,
se comieron a
besos.
Ella sólo
quería buen café
y el era uno
del montón.
Rica y
caprichosa,
a su casa lo
llevó.
Y él, ante
tanta abundancia;
no supo decir
que no.
Larga fue la
mañana, tanto,
como el
orgasmo que ella,
por vez
primera no simuló.
No fueron
quizás sus palabras,
ni sus
arrebatos de pasión.
Pero entre tantos besos de amor,
no les quedó más remedio.
Arrebatos de
ternura tiene ella
y él, complejos
que no lo dejan ser.
Nunca pusieron
a la vida el reloj,
quién pone barreras al tiempo.
Rafa Marín
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