Despertó temprano, como tocado en el hombro por una deidad. Preparó con prisa la mochila: chubasquero, cuchillo, dos latas de carne, pan de ayer y 4 litros de agua. Tomó el arnés del perro y ató con él al adormilado perro.
- Vamos, Toby, hoy recorreremos mundo.
Les saludo al salir un alegre y nuboso amanecer. Ya saben uno de esos que prometen algún parco aguacero y una temperatura agradable.
Tomaron la calle que ascendía a la salida del pueblo y después el sendero de tierra rojiza, que zigzagueante, ascendía inmisericorde.
El can, correteaba aquí y allá, liberado al fin de sus ataduras.
Habían pasado ya dos horas, cuando llamó a Toby, para obsequiarle con una chuche y algo de agua, pero el perro lo miraba como con lástima. No entendía que pasaba, pero ambos se miraban con una creciente tristeza.
Al poco, intentó moverse, no pudo. Algo se lo impedía, como si una fuerza inconmensurable le pagase al suelo. Sólo notó que Toby ya no estaba y que el camino se había vuelto algo indefinible, casi surrealista. No oía y su visión, sólo alcanzó a ver una bota a la altura de sus ojos y el llanto de alguien que roto, sólo atinaba a pedir perdón.
Fin
Rafa Marín
Es triste
ResponderEliminarBuenas noches, Anónimo.
EliminarEs la triste realidad que nos alcanza.