Aguaceros

Bajo esta sombra gris,

del aguacero perpetuo,

se llenaron tus adentros,

de una mortalidad sin fin.

Nadie quiso ese respeto,

ese hacerte sentir,

por una vez lo que es vivir,

subida al mismisimo cielo.

Aún hoy lo recuerdo,

el perfume de sus manos,

mi nombre en su boca,

nuestra locura sin perdón.

Queríamos que el mundo,

 nos diera lo que nos merecíamos,

teníamos ese derecho.

Pero el mundo nos devoró.

Rafa Marín