El hombre corría, era una noche oscura y pese a haberse golpeado varias veces en la cara con las ramas bajas, no disminuía su ritmo ni hacía nada por protegerse, al final tropezó y cayó de bruces sobre el camino que cruzaba el pequeño bosque evitando en su discurrir la hondonada.
El hombre, jadeante y sudoroso, dibujó una sonrisa, por fin, hoy se había librado.
En el bar del pueblo, estaban cerrando, ya sólo quedaban cuatro parroquianos y una pareja de la Guardia Civil, que tomaba café para afrontar el turno de noche.
Cuando vieron entrar al hombre, todos se sobresaltaron. Tenía la cara ensangrentada y la ropa hecha girones. Sólo atinó a murmurar, la hondonada, para luego caer desmayado.
Corrieron en su ayuda y mientras le reanimaban, uno de los guardias, el más joven y que llevaba poco tiempo por aquellas tierras. Preguntó. ¿Qué es la hondonada?
Todos se miraron y Pepe, sacó vasos, una botella de coñá y dijo, vamos a contar una historia.
El hombre, aunque magullado y con miedo, apuró la copa y con un gesto pidió una segunda.
Esta historia, debería contarla Antonio, musitó, él es el más viejo y además es parte de ese lugar extraño.
Antonio, se sirvió una copa y paso la botella al parroquiano de su derecha, luego, mirando al joven guardia dijo:
Verás hijo, hace mucho muchos años, cerca de aquí había un monasterio y en él, unos monjes codiciosos que no dejaban de exigir diezmos a los jornaleros.
Estos, cansados de tener que trabajar para pagar a la iglesia y no quedarles casi para comer, una noche, acudieron al bosque para pedir consejo a una Anjana que vivía en él.
El hada, que era un ser bondadoso, accedió a ayudarles y con sus poderes bendijo aquellas tierras, creyendo que los monjes se sentirían satisfechos, pero no fue así.
La hodicia de estos no hizo más que aumentar, llegando incluso a reclamar al rey medidas contra los campesinos. Estos, volvieron a reclamar al hada y ella, disfrazada de anciana fue a ver al abad del monasterio.
La anciana, transmitió al abad las justas reivindicaciones de los campesinos y este, no aceptó, sino que acusó a la anciana de bruja y la apresó.
Tras someterla a atroces tormentos y como ella no contestó a ninguna de sus preguntas, decidió quemarla en una hoguera.
Todos los habitantes de la región fueron llamados a presenciar la ejecución.
El llamado auto de fe, congregó a muchas personas, pero nadie protestó por la suerte del hada.
Cuando el verdugo acercó la antorcha a los haces de leña, de improviso, estalló una tormenta y comenzó a diluviar. El hada tomó su forma original y mirando a todos enfurecida dijo:
En pago a vuestra deslealtad llamaré a un ojáncanu, y padeceréis durante 1000 años sus desmanes. Luego desapareció.
Al poco se oyó una risa ronca y malvada, era el ojáncanu.
En poco tiempo, donde antes había una abadía próspera, no quedó más que una hondonada y los jornaleros vieron como la tierra y los cultivos eran arrasados por aquel ser enorme y malvado.
Fin
Rafa Marín
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