Oh! Pensé por un instante,
que era alguien original,
uno de esos no poetas,
a los que besa Erato
en mitad de la noche.
Pero sólo fue la mano,
de un triste copista,
alguien que tan solo recordó,
algo que ya estaba escrito.
Ahora sé por qué los poetas,
son odiados, cuando en la madrugada
dejan un rastro de palabras.
¿No es conmovedor?
Sutil y sin esperanza,
la pluma es como un puñal,
y rasga la propia piel
y sobre la otra dibuja,
con signos que sólo siente él,
a veces una palabra y otras,
la leyenda que hizo amantes,
a aquellos, los de Teruel.
Rafa Marín
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