Solo,
como esa piedra que por no ser camino,
ya nadie en ella tropieza.
Duro,
como ese adoquín que en la esquina no verdea,
porque no hay flor que agriete el granito.
Loco,
como ese ser, que con el viento se vuelve grito
y es lobo en la madrugada
y también perdido niño.
Roto,
como el sueño de una reina de alquiler,
sentada en ese arcén,
por donde nadie pasa.
Vacío,
como ese litro de Don Simón,
caliente y babeando,
pasando de mano en mano.
Muerto,
como el niño en la orilla,
como la madre que lo mira
y no sabe el por qué.
Así,
cada día y cada puta madrugada.
Rafa Marín
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