Dura, como la piel en los huesos,
como el despertar sin pan ni café.
Así la imagino, cuando desnuda,
recoge el cobre batido de la usura,
de quien nada dio tras prometer.
Esa ausencia que creció sin besos,
porque, para qué la vamos a querer,
pues como todas ellas,
morirá como su madre, puta.
Y así, los días que son su parabien.
Una aguja que la consuela
y ese viejo que le da de comer.
Rafa Marín
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