Tú, ahora, desprendida de la armonía,
alejas de ti cualquier atisbo vergüenza.
Y sin ser primor ni adalid de la belleza,
asolas con una mirada mi osadía.
Y yo, que de mil embates salí encumbrado,
a tus pies lo mejor de mí fama desperdicio,
porque ser en ti reflejo es mi fatal vicio,
aún teniendo el cráneo de astas adornado.
Suplico a la bien amada musa Erato,
que en mi boca, sutil, haga verso el verbo,
para ya derrotado, entregarme hoy preso,
aunque lo mandes, de pies y manos bien atado.
Rafa Marín
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