Y sin buscar la muerte,
bajo la sombra fresca del olivo,
me dejó ahora arrastrar.
Mi nombre y mis huesos,
pronto serán sólo olvido,
como una nube pasajera,
bajo un cielo de azul infinito.
De los goces del ayer,
recuerdos ya también perdidos,
recuerdo este alma que me fue,
fiel en las ideas y del amor,
la mayor tortura que he conocido.
Hoy, ya no soy más que polvo,
ese manto ocre y sabor agraz,
que en mi boca es un sinsentido.
Rafa Marín