Seguía a mis dos zapatos,
en esta larga travesía,
de los nudos bien atados,
por si acaso los perdía.
Eran de un marrón claro,
como esa tierra baldía,
que aunque parezca raro,
era de todos, menos mía.
Con vereda hice tratos,
pues mientras la recorría,
me harté, dioses paganos.
Que viven la melodía,
con la que comen zánganos.
Ojalá llegue ese día,
donde todos seamos diablos.
Rafa Marín
No hay comentarios:
Publicar un comentario