Del cañaveral dorado
salieron como hadas tres
o cuatro raudos pájaros.
Los miré huir, imaginando,
con mis ojos asustados.
¿Acaso hemos de sentir miedo,
para poder salir volando?
Ayer también te quise,
como quieren los enamorados,
dulce y tierna y entregada,
pero como antes, sólo para mí.
Ahora te quiero otra vez,
libre y sin miedo volando.
Rafa Marín
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