Tengo dos aliados poderosos,
la muerte y el fatal olvido.
La primera por todo lo vivido
y el segundo porque ya no es doloroso.
Aprendí del amor a dejarme morir,
mientras en cada piedra deje mi poso,
como ese dulce vino del sentir.
Hoy a mi mente han venido,
las amantes y su largo porvenir.
Con unas fui un audaz enamorado
y con otras el poeta más gentil.
Pero todas quizás de mi ya se olvidaron.
Rafa Marín
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