Era una calurosa tarde de principios de verano, Carlos abrió la ventana esperanzado. Le llegó el olor seco del níspero, los frutos empezaban a tomar color y tamaño, sonrió.
La brisa empezaba a levantarse y las hojas recias entonación el canto de la noche que se anunciaba piadosa y fresca.
Tomó un cuaderno de dibujo y unos carboncillos, como si sintiera el presagio de algo importante. Volvió a sonreír, esta vez con la alegría de quien se siente completo.
- El jardín necesita un buen riego, dijo en voz alta.
Aparcó cuaderno y carbón, Tomó la manguera y se dispuso a regar aquel trozo de vida que iluminaba sus atardeceres.
Mientras riega, ve que entre la hierba algo se mueve. Va a mirar, pero es como una sombra que se escurre, quizás fuera el agua nada más.
La tarde avanzaba y la brisa como poderoso viento se levanta. Carlos ha olvidado ya el cuaderno de dibujo, se siente un benefactor, pues con cada chorro de agua, todo parece ganar en frescura y verdor. Al fin llega al níspero y se entretiene en él para que el agua llegue hasta las más profundas raíces.
Ya casi en el ocaso, entra y se acerca a la ventana junto al níspero. Oye a una chica llorar, pregunta quien es y como respuesta solo recibe un sollozo.
Sale al jardín y allí encuentra a una chica hermosa que viste un precioso traje tradicional.
Tiene los dobladillo mojados y parece inconsolable.
Carlos, se siente desolado y se disculpa vehemente por haberla mojado.
Se ofrece a sacarle el vestido y la invita a entrar.
La chica lo mira y accede con una sonrisa maliciosa.
Una vez dentro, ella se desviste y completamente desnuda le entrega su ropa a Carlos.
Este se ruboriza y disimulando su estupor, le ofrece una taza de té. Pero la chica está decidida a deducirlo. Con más suerte que valor, la invita a vestirse y bailar con él, asegurando que tras el baile él será suyo. La chica acepta y Carlos se ofrece a ayudarla a vestirse. Ella, lo ve como un gesto romántico y acepta.
Así, delicadamente, le va vistiendo prenda a prenda, recitando en cada una de ellas un dulce soneto de amor. Cuando por fin le coloca el tocado, en el reloj de cuco, suenan las once de la noche y la chica, triste y llorona, abandona la casa sin decir nada.
Carlos, muy intrigado, telefonéa a un amigo, mientras mira las sombras del níspero desde la ventana.
Su amigo, tras escuchar el relato sin interrumpir, le conmina a cerrar todas las puertas y ventanas, informándole que ha tenido mucha suerte, pues la muchacha, era una Nixe, y que eran seductoras y raptoras de hombres.
Carlos, rió y no hizo mucho caso.
Así que se quedó mirando el níspero desde la ventana abierta.
Ante él, volvió a aparecer la chica. Ésta le tendió una mano y Carlos salió de la casa por esa ventana abierta al níspero.
Fin
Rafa Marin