Día 2
En la cafetería de la esquina, Stefan, se
afana con los cafés y los "minis". Es joven, casi 20 años menos que
yo. De vez en cuando se me queda mirando, supongo que le puede la curiosidad,
un tío como yo, rodeado de mamis y sin prestarles atención, como un árbol añoso
y solitario.
Hoy está distraído, como si algo le
preocupara. Su compañera lo mira y mueve la cabeza. Los miro, me ven,
sonreímos, pero Stefan, lo hace sin ganas. Es la 4° vez que mira por la
ventana. Me pido otro café americano, ya saben, aguado y dulce. Sé que le
ocurre a Stefan, como todos.
Ella aún no ha pasado, no sabe que nunca
más va a pasar y nadie se atreve a decírselo. Ayer, casi a las cuatro de la
tarde, ella dijo basta y saltó. Era joven y guapa, una chica bien, sin
problemas ni traumas. Dicen que se cansó del silencio de su habitación.
Día 1
La mañana despierta soleada y húmeda, el
verano tiene prisa y Anna también. Aparece torciendo la esquina, con su vestido
corto y su melena despeinada. Hace años que no es feliz, pese a su juventud, su
belleza y familia. Pasa como un reflejo por la cristalera de la cafetería.
Stefan sonríe al verla y como si todo
fuera perfecto, agacha la cabeza y se aplica con los "minis", nos
conoce tanto, es capaz de adivinar que vamos a comer. Siempre le dejamos
acertar, una inocente concesión para con quien cada mañana nos da de desayunar.
Le imagino junto a Anna.
A las tres, Stefan se marcha a su casa, le
esperan su madre y un perro ciego al que ha de pasear. Estamos de tertulia, me
sorprende ver gente correr, nos asomamos a la entrada de la cafetería, al fondo
de la calle se ve gente. Nos acercamos y, ahí está Anna, rota.
Día 3
Me levanto perezosamente, hoy la mañana no
es brillante, no huele a mar, parece que el invierno se ha instalado de nuevo
en la ventana. Desayuno en la cocina, solo. Hoy no hay bar de la esquina, ni
Stefan, ni Anna pasando triste y despeinada. Abro la ventana y todo es
silencio.
Me ducho y me visto de riguroso negro,
mientras bajo a la calle, pienso. ¿Qué hará Stefan? Me sorprendo al verlo
plantado en la esquina, me ve y se acerca despacio, no parece joven. Sus ojos
están rotos por el llanto, me alarga unas flores y se marcha en silencio, como
una sombra.
El funeral, es curioso, cuando muere
alguien tan joven, no hay palabras de consuelo, sólo la tristeza, que se aferra
a cada una de las personas presentes. Me acerco al ataúd y dejo sobre el pecho
de Anna las flores de Stefan, todos saben que son de él, hasta Anna.
Fin
Rafa Marín
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