Esta historia, como casi todas las
historias, comienza al final de otra historia.
Era un día de primavera, uno de esos lluviosos pero a la vez lleno
de grandes y luminosos claros. El campo resplandecía verde y hermoso y, al pie
de un camino se asomaba una bella flor.
Todo parecía perfecto, hasta la tenue y perfumada brisa que soplaba. El camino, permanecía en silencio, el día ya se terminaba, cuando de repente, se oyeron los pasos de unas botas al caminar.
No eran una simples botas de agua, no. Estas eras de montaña y sus suelas estaban tachonadas de hierro. Los pasos se acercaban rítmicos y resueltos, despreocupados; hasta felices podría decirse.
La flor, tembló un poco con una racha de viento y descuidadamente se asomó, dejándose ver.
Por un momento, las botas se pararon junto a ella y dijeron:
- Hola, bella flor.
La flor se sintió muy contenta y con un breve movimiento de sus pétalos les respondió:
- Que bonito debe de ser recorrer mundo y no sentir miedo.
- ¿Qué temes tú, bella flor? Eres hermosa y no haces mal a nadie.
- Temo que me vean y me talen, para ponerme en un jarrón, o que un herbívoro pase y me coma.
Las botas pasearon en torno a ella y le dijeron.
- No temas, nosotras jamás te haremos daño.
La bella flor, agradecida, desplegó el brillo de su mejor color.
Entonces, sin previo aviso, una de las botas la pisó, aplastándola contra el suelo.
-¿Por qué me has pisado? Dijo la flor entre sufrimientos.
- Lo siento, dijo la bota, pero no soy dueña de mis pasos.
Las botas siguieron su camino, siempre con su ritmo sereno y tranquilo.
La flor, poco a poco se recupero, pero nunca volvió a ser la de antes.
Todo parecía perfecto, hasta la tenue y perfumada brisa que soplaba. El camino, permanecía en silencio, el día ya se terminaba, cuando de repente, se oyeron los pasos de unas botas al caminar.
No eran una simples botas de agua, no. Estas eras de montaña y sus suelas estaban tachonadas de hierro. Los pasos se acercaban rítmicos y resueltos, despreocupados; hasta felices podría decirse.
La flor, tembló un poco con una racha de viento y descuidadamente se asomó, dejándose ver.
Por un momento, las botas se pararon junto a ella y dijeron:
- Hola, bella flor.
La flor se sintió muy contenta y con un breve movimiento de sus pétalos les respondió:
- Que bonito debe de ser recorrer mundo y no sentir miedo.
- ¿Qué temes tú, bella flor? Eres hermosa y no haces mal a nadie.
- Temo que me vean y me talen, para ponerme en un jarrón, o que un herbívoro pase y me coma.
Las botas pasearon en torno a ella y le dijeron.
- No temas, nosotras jamás te haremos daño.
La bella flor, agradecida, desplegó el brillo de su mejor color.
Entonces, sin previo aviso, una de las botas la pisó, aplastándola contra el suelo.
-¿Por qué me has pisado? Dijo la flor entre sufrimientos.
- Lo siento, dijo la bota, pero no soy dueña de mis pasos.
Las botas siguieron su camino, siempre con su ritmo sereno y tranquilo.
La flor, poco a poco se recupero, pero nunca volvió a ser la de antes.
Fin
Rafa Marín
Rafa Marín
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