Capítulo 3
(La herramienta)
Despertó a causa del frío, la noche parecía no querer acabar, el agujero estaba húmedo y le dolían las rodillas. Buscó en un bolsillo, el paquete de Cámel, estaba arrugado, se aseguró de que no quedaba ningún resquicio por donde pudiera salir la luz y prendió un cigarrillo.
Mientras se frotaba las rodillas, pensó en el día que iba a empezar, todo estaba previsto, menos los imprevistos. Sonrió y dejó escapar una bocanada de humo, los imprevistos...
Unos años antes.
Se hizo oficial, un teniente más, pensó al arrojar al aire su gorra de plato. Felicitaciones, abrazos y sobre todo soledad, en la grada no había padre orgulloso ni madre llorona. Sólo un coronel serio que hablaba con el otro de civil.
Se acercó a ellos y ellos le dejaron acercarse. Un apretón de manos y muchos silencios.
- Partes para tu destino, esto solo acaba de empezar.
El hombre de paisano miró entre curioso y asombrado.
- ¿Este, es él?
El coronel no contestó, sólo miraba al frente, su mirada se perdía al fondo, donde la línea de árboles.
En el agujero...
Los años en el GOES, los años de academia, le hicieron fuerte y a la vez recibió una base cultural notable. Esta última se estaba desmoronando a marchas forzadas, sonriendo se sacudió esas ideas y comenzó a montar el arma.
Hasta su madriguera se arrastró el observador, parecía sacado de un cómic de Hazañas Bélicas.
Se miraron, como se miran dos viejos lobos, sonrisa cansada y sin ganas de erizar el lomo.
- Al menos, dijo el observador, no sabrán que estamos aquí.
Ultimaron el arma, un sistema de guiado por láser, lo camuflaron y se tumbaron a esperar, la columna aparecería sobre el puente y la neblina del río en poco más de una hora.
En suss auriculares empezó a sonar la llamada de control.
- Aquí nido uno, conteste ojo rojo.
- Aquí ojo rojo, dijo, adelante nido uno.
- Aquí nido uno, los pájaros están en el aire. Tiempo para contacto + 60 y restando.
- Aquí ojo rojo, roger, + 60 y restando.
- Aquí nido uno, próximo contacto en + 30.
- Aquí ojo rojo, roger, + 30, corto.
Siempre odió lo repetitivo de las comunicaciones, pero era así y no iba a cambiar.
El sol poco a poco fue calentando la zona, el puente estaba precioso y bajo sus arcos el río emanaba paz.
- Es una pena, le dijo a su compañero.
- ¿Qué? Le preguntó este.
- El puente, dijo, es bonito.
- No es más que otro puente, ya harán otro nuevo. Contestó el observador con una mirada maliciosa.
- Aquí nido uno, conteste ojo rojo.
Aquí ojo rojo, + 30 y restando. Sin movimientos.
- Aquí nido uno, detectada columna. Todo según previsión.
- Aquí ojo rojo, roger, continuamos previsión.
- Aquí nido uno. Próximo contacto en + 10.
- Aquí ojo rojo, roger. Contacto en + 10. Corto.
El observador, señaló al horizonte, sobre la vía férrea se veía movimiento.
- Ya están aquí, puntuales como un novio. Y soltó una carcajada.
- Aquí ojo rojo, conteste nido uno.
- Aquí nido uno, adelante ojo rojo.
- Aquí ojo rojo, contacto visual confirmado. Encendido dispositivo.
- Aquí nido uno. Confirmado contacto visual, dispositivo en encendido.
- Aquí nido uno, para pájaros uno y dos.
- Aquí pájaro dos.
- Aquí pájaro uno, adelante nido uno.
- Aquí nido uno, dispositivo encendido, conecten localizador.
- Aquí pájaro uno, roger. Activado localizador.
En haz de luz láser se centró sobre una de las tirantas del puente, un diminuto punto que sólo los cazas verían.
Asomaron los vehículos y a lo lejos sonaron los motores de los aviones. Luego se oyeron los misiles, cuatro.
La columna alcanzó la mitad del puente a la vez que los misiles,
Se ocultaron en el agujero y la explosión hizo temblar ese trozo de mundo.
Dejaron pasar unos segundos y el observador asomó la cabeza.
- Menuda escabechina, comentó.
- Aquí ojo rojo para nido uno.
- Aquí nido uno, adelante ojo rojo.
- Aquí ojo rojo, objetivo alcanzado y destruido. Nos retiramos a territorio no hostil.
- Aquí nido uno, roger. Objetivo destruido. Autorizado repliegue.
- Aquí ojo rojo, roger. Corto.
El regreso fue duro, un silencio compartido con otro silencio que caminaba a su lado.
El punto de recogida llegó, sin novedad ni gloria, siempre con el consabido silencio. Un trozo de metal unido a un trozo de tela y un informe más en su expediente.
Los días fueron pasando y como siempre, recibió una nueva orden, le habían adscrito al servicio de inteligencia militar, junto con un ascenso. Ahora era capitán, pero no mandaba ninguna compañía.
Fue enviado a un centro especial de entrenamiento. A partir de ahora se dedicaría a la obtención de información.
Fin
Rafa Marín