La cálida tarde alargaba las sombras
y despertaba el olor a azahar del limonero.
A sus pies, él, tumbado la miraba
y ella se sentaba, ahí se detuvo el tiempo;
nada podía hacer avanzar sus ruedas,
pues eran un solo corazón que en su latir,
de amor los estaba matando.
Las manos, petreas, frías como puro mármol
que en silencio ven pasar hoy;
el resto de los años.
y despertaba el olor a azahar del limonero.
A sus pies, él, tumbado la miraba
y ella se sentaba, ahí se detuvo el tiempo;
nada podía hacer avanzar sus ruedas,
pues eran un solo corazón que en su latir,
de amor los estaba matando.
Las manos, petreas, frías como puro mármol
que en silencio ven pasar hoy;
el resto de los años.
Rafa Marín
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