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martes, 31 de julio de 2018

Sus ojos

Son tan gratificantes,
lo más bonito que vi;
sin dudarlo hoy lo diría,
son sus perfectos ojos.
Una lección de humildad,
portento de la belleza,
frescas lagunas quizás,
de la más pura alegría.
Tan inocente su mirar,
para mi vida son armonía
y para mis sueños paz.
Del ayer, aquellos días,
los mil besos primeros,
encendida la pasión,
que bailando me decían;
asómate a este mar,
libertad su vida ofrecía.

Rafa Marín

domingo, 29 de julio de 2018

Siete

Siete años en el Tibet,
siete vidas sin alma.
Siete fríos  fantasmas,
siete novias sin
siete hermanos.
Un camino hasta la gloria,
con siete malditos pecados.
Siete días y 52 semanas,
atrapadas en los años.
Siete balas de plata,
virtudes huyendo de mis manos.

Rafa Marín

sábado, 28 de julio de 2018

La sombra (relato corto)

Silenciosa se deslizaba en la penumbra del largo pasillo, nadie se percataba de su presencia, pero ahí estaba. Un bebé, señaló en su dirección y rompió a llorar, pero nadie prestó atención. Siguió avanzando hasta desaparecer en la oscuridad del fondo; como una sombra.
Los días pasaban y las fiestas de bienvenida dejaron de realizarse; la paz invadía cada rincón de la vieja mansión, sólo el bebé y el perro se mostraban a ratos un poco inquietos, cosas de niños y cosas de perros dijeron todos. Nadie quería prestar mucha atención a aquella presencia.
Pronto comenzaron a notarse cosas; discusiones cada vez más abruptas, cosas que cambiaban de sitio, pero como al principio, sólo el bebé y el perro llamaban a la atención sobre ello. Una noche, un desgarrador grito recorrió la casa como un vendaval agónico.
Se encendieron luces y todos corrieron hasta la habitación de la abuela. Allí estaba, sentada y sonriendo. Preguntas y más Preguntas, sin respuestas, sólo la sonrisa de la anciana y su mirada perdida.
Todos temían lo peor, nadie quería volver a cambiar de casa.
Los gritos a intespectivas horas se hicieron más frecuentes y todos callaban la sombra que revolotean sobre sus cabezas. Aquella noche se reunieron todos en la biblioteca, tenían que hablar. El bebé señalando a un punto lloraba y el perro comenzó a aullar.
Nadie veía nada, pero notaban esa sombra, esa presencia que los estrangulaba. La abuela se puso en pie y gritó al rincón:
"Vete, fuera d aquí remordimiento, aquello pasó hace mucho y nadie tuvo la culpa"
Fue como si una luz se hubiese encendido, la sombra desapareció.
Fin

Rafa Marín

viernes, 27 de julio de 2018

El eclipse (relato corto)

Aquella noche se sentía especial, todos hablaban del eclipse, pero ella no prestaba atención más que a su sensación. Como cada día, se preparó su ensalada y como cada día una copa de vino acompañaría su frugal cena, siempre sola; pero hoy se sentía especial.
Salió a la terraza, el canto de las cigarras, era sólo un recuerdo, se recostó en la hamaca tendida entre los dos limoneros y dejó que el susurro fresco de la brisa la envolviera. La noche empezaba a llegar y en las copas de los árboles del fundo se dibujaba la luna.
Comenzó el famoso eclipse, la luna comenzó a cambiar de color, naranja primero y luego un rojo sangre; se sintió embriagada, los limoneros, la paz y la luna, en su cuerpo se despertó el olvidado deseo. Poco a poco, una mano se deslizó hacia su sexo, temblorosa.
Creyó haber oído un ruido, se asustó y nerviosa levantó la cabeza, nada. Rió nerviosa y se sonrojó, imaginaba la cara sorprendida del curioso mirándola cuando se masturbaba. Ahora la sonrisa era maliciosa, dirigió su mano otra vez hasta su sexo, notaba como palpitaba.
La humedad envolvía sus dedos y mordiéndose los labios apagaba un gemido. El aullido se oyó cerca, demasiado cerca, aterrorizada quiso levantarse de la hamaca, pero la visión del enorme lobo negro la mantenía paralizada. El lobo se acercó mánsamente, mirándola.
Cuando el animal estuvo a su altura, acercó el hocico y husmeó bajo su vestido. Ella estaba aterrorizada, pero a la vez curiosa. Acercó la mano a la cabeza del lobo y le acarició las orejas. Todo miedo y toda voluntad desaparecieron al instante, la invadió la lujuria.
Despertó de repente, empezaba a clarear; a su mente volvieron los recuerdos tórridos de hacía unas pocas horas. Se sentía llena, cansada y desmadejada. Fue a bajarse de la hamaca y sus pies tropezaron con el cuerpo tendido en el césped, era el de un hombre desnudo.
Sonrió otra vez, se acuclilló y le susurró al oído...
Ven, seguro que tendrás hambre. Este se desperezó y la miró a los ojos; entre risas entraron en la casa, como dos adolescentes traviesos.

Fin

Rafa Marín






martes, 24 de julio de 2018

La patrulla (relato corto)

Hay un silencio bajo nuestros pies, la hierba está húmeda y alta, viva y verde. A un lado el camino de tierra roja, como una sangrante herida, serpentea. Nadie habla, es una norma que todos respetan; miramos como miran los faros de un acantilado, escrutando impasibles. Todos los ángulos están cubiertos, pero el peligro está ahí, siempre en frente. Llevamos tres días de patrulla y no hemos contactado con la línea enemiga, no podemos relajarnos; no fumamos y comemos mientras seguimos caminando. Ayer pudimos dormir un poco, dos horas entre guardia y guardia, en total seis. El sol comienza a calentar y eso nos da ánimos, alguna sonrisa asoma en nuestras caras al abandonar la vanguardia. Algo alerta al grupo avanzado, se levanta un puño y nos tumbamos en el suelo. Nervios y caras tensas. Se oye un motor, al principio es un rumor lejano, luego va aumentando y vemos la polvareda. Nos alineamos a un lado del camino, a unos cien metros el grupo de retaguardía cruza y cierra la trampa. Esperamos ocultos, aparece el vehículo, es un autobús, pero nunca se sabe. Lo dejamos pasar sin que nos vean, al instante se oye el siguiente motor. Nuestro teniente mira y cabecea, el primero era un señuelo, ahora viene el premio. Son tres unidades, un TOAT y dos camiones. Pasa el oruga, al poco una granada lo revienta y nosotros disparamos a los camiones, hay gritos de agonía y dolor; un infierno. No han tenido ninguna oportunidad, recorremos los vehículos y rematando a los heridos graves, hay dos soldados ilesos, son casi niños. Tienen suerte, los maniatamos y a toda prisa iniciamos el regreso. Ahora la marcha es forzada, no tardarán en ser alertados, en el autobús había gente y ellos daran la alarma. Se hace de noche, no nos detenemos y los prisioneros caen al suelo, los levantamos a patadas, no pueden retrasamos, por un segundo me dan pena, es sólo eso, un segundo y una mirada, nos harían lo mismo si nos apresan. La noche se hace interminable y agotadora, al amanecer, el grupo avanzado ha encontrado un refugio; cuatro grandes rocas rodeadas de arbolada. Antes de descansar preparamos una línea de defensa, los dos chicos caen otra vez al suelo, está vez no hay patadas, sólo comprensión y un poco de comida y agua, el agua es nuestra vida. Pasamos el día durmiendo por turnos, el repliegue se hará en la oscuridad, es más seguro y más rápido. Me toca el grupo avanzado, somos sombras entre las sombras, mataría por un cigarro, el paso es ligero, cada día que pasa las mochilas pesan menos y nosotros también. Estamos a unos pocos kilómetros de nuestra línea, pero hay mucho movimiento, el camino no es seguro, vamos campo a traviesa, somos como una manada de lobos que vuelve a su guarida. El amanecer no trae refugio, sólo una pequeña hondonada y cuatro matorrales ralos y espinosos. Lo chicos ya no miran como niños, parecen espectros desleidos en la niebla; saben que serán interrogados y que para ellos no habrá piedad. Uno salta como un gamo, es derribado de forma brutal y apaleado como un perro desobediente. El otro rompe a llorar, una bofetada lo silencia, si nos descubren ahora estamos listos. Llega el atardecer, bebemos agua, ya no comemos, el grupo de rastreo a regresado, sólo hay un estrecho pasillo, pero parece una trampa, se acuerda un rodeo de casi 50 kilómetros, la cosa se ha complicado y llevamos prisioneros, no podemos arriesgar. El chico apaleado nos mira con odio, pero sabe que a la mínima lo mataremos, tenemos otro y seguro que hablará. La marcha es fatigosa y no nos damos ningún descanso. Empieza a amanecer, un todo terreno recorre veloz la línea del horizonte, es de los nuestros, se oye un rugido y salta por los aires, hay carros de combate delante nuestro, parece una compañía reducida, cuatro carros y un vehículo de coordinación. Nos detenemos, para esto no tenemos armamento, alguien habla con un susurro a los prisioneros, al mínimo ruido morirán. Nos desviamos a la derecha, por suerte el enemigo se despliega hacia la izquierda. Estamos felices, se hace la primera comunicación por radio en cinco días, se dictan coordenadas y contraseña ; estamos de buen humor, una hora de marcha y listos, volvemos todos, y la misión a sido "fácil".
Corremos como liebres desesperadas, un chico cae, lo levantamos y lo llevamos a rastras.
Un silbido...al suelo...la explosión me tira de espaldas.
Estoy aturdido, no oigo el siguiente silbido, las explosiones son como una corta granizada. No levantamos y seguimos corriendo, el chico apaleado se tira al suelo, lo miro, le apunto y lo mato. Demasiada insistencia, demasiado valor, demasiado orgullo. Vemos las caras de nuestros camaradas, sonrío, algo me golpea la espalda, caigo, me quiero levantar, otro golpe.
Abro los ojos, estoy en una gran tienda, hay muchos hombres en ella, sólo cuatro estamos en camilla.
Hay cierta felicidad despechada entre los que nos miran, nos retiran del sector, los prisioneros murieron, uno lo maté yo, el otro, arrebató el arma al radio operador y antes de ser abatido nos disparó, mató a cinco e hirió a cuatro.
Me dicen que para mí se acabó la campaña, tardaré meses en ser operativo, tengo suerte.
Rafa Marín

lunes, 23 de julio de 2018

La voz del poeta

Despierta la voz del poeta,
hambre de besos largos;
en la boca que otro besa.
que crueldad tiene la cosa,
Él, siempre sin saciar se queda.
No importa si gime, si llora;
solo camina el loco poeta.
Suben al cielo sus versos
mientras al infierno su alma llega.
De sueños sus ojos están llenos,
sus dedos manchados de tinta,
sin sentir en ninguno de ellos,
esa piel que a escribir le incita.
Soledad y frío y pena y llanto,
esa es la vida del poeta,
sin nadie que de verdad le crea.

Rafa Marín

Silencio

Se que eres silencio y dolor,
hoy tu voz no me arrulla;
arroyo que mi ego secó,
perdido en lejanas chiquillas.
Tu miedo no lo quiero yo,
ya mis fantasmas me gritan;
se que es ese bonito amor,
aunque hoy me maldigas.
Noches que no fueron tú y yo,
maldito cielo de luces que brillan,
si supieran de nuestra pasión,
todo sería sol y eterno día.

Rafa Marín

domingo, 22 de julio de 2018

La oda del mentiroso

Si por casualidad o destino,
este mar que nos separa,
cual Odiseo perdido,
yo lo cruzara.
Sería Ítaca el puerto al que arribo?
Y tú, Penélope que me agasajara?
Si así fuera, ¡dilo!
porque me pueden de ti las ganas.
Qué verdad querrá escuchar,
Penélope en sus oídos.
Tal vez la clara voz de Odiseo
o la de los que susurran
envidias en su sentido.
Acaso en el mar y sus barreras,
encontramos nuestro mundo perdido.
Rafa Marín

sábado, 21 de julio de 2018

Si estás conmigo

Si estás conmigo,
levanta las manos;
la presión del mundo,
se está haciendo insoportable.
Esto dejo de ser camino,
se volvió Gordiano,
con tanto misterio indescifrable.
Si estás conmigo,
prueba a decirlo en todas partes;
no hay justicia para ellas,
sólo tienen paz los miserables,
ríen felices y satisfechos,
ellos son los intocables.
Mercenarios del podré,
invadiendo nuestras calles.
Si estás conmigo,
grita, que los cristales estallen.
Si estás conmigo ...
levanta las manos, vamos!
Tenemos que tomar las calles.
Rafa Marín

Quiero

Quiero y no sé,
de esta vida que quiero.
Me sublima su razón,
que no es otra que el vivir sincero.
La verdad de los callejones;
cubiertos de cartón y miedo.
Y miro y callo y no me alzó,
contra este cómico y fatal reino.
Qué duro se me hace verte ahí,
saber que eso no es lo que quiero.
Rafa Marín

Verdes montañas

Las verdes montañas,
esperandome están.
Ayer;
cuando sólo éramos trigo
para su guadaña,
alguien quiso que tuviéramos
un futuro mejor.
No sé si conseguiré olvido,
no se si quiero olvidar,
pero siempre tendré mis verdes montañas,
ellas no se cansan de esperar
Rafa Marín

La vida

Hasta aquí hemos llegao capitán,
con suerte, salud
y momentos buenos.
Más o menos de una pieza,
vivos y enamorados.
Segura la descendencia
y el honor ya fue salvado.
Hasta aquí me invitó la vida,
el resto viene porque si,
como vienen los regalos.
Rafa Marín

La verdad

Que injusta la verdad,
siempre presa de los miedos.
Sueño con que llegará,
aunque no le pongamos empeño.
Que dura la verdad,
cuando de frente la tenemos;
es verla...y nos echamos a temblar,
hormigas de nuestro hormiguero.
Que dulce la verdad,
cuando florece y vence gobiernos.
Rafa Marín

viernes, 20 de julio de 2018

El beso (relato corto)

El lugar no era el más bello del mundo, ni siquiera el más discreto, pero ellos se sentían bien y el murmullo del río les invitaba al paseo. El campo olía a hierba segada y a estiércol, al azahar de los naranjos y la luna brillaba llena en el cielo.
Se miraban de reojo, como buscando el momento y mientras hablaban de sociales, ella tuvo un tropiezo. Él, por un brazo la sujeta, para qué no cayera al suelo y ella, toda luz en su mirada, no sabe cómo agradecérselo. Que torpe ... se queja, y él le ofrece su brazo de hierro.
Así, ya casi abrazados, nota él en ella, como le tiembla el cuerpo. Se separan y todo galante le ofrece su chaqueta, la que eligió para ese furtivo encuentro. La prenda sobre sus hombros, le quita el frío pero el temblor ella sigue sintiendo dentro.
Poco a poco, siempre junto a la ribera caminando, llegan al puente viejo. Él del bolsillo saca una navaja y sobre la tersa piel de un eucalipto, con más afán que éxito marca un solitario corazón. Ella le toma las manos, y susurrando le dice una letra y él suspira.
Sobre su piel el eucalipto va dejando al chico escribir una palabra ... AMOR y ella con la cara arrebolada, toma de él su navaja y debajo escribe un limpió y OH! hermoso Rafa. Se miran, como sólo pueden hacerlo ellos dos y en aquel  puente viejo unen sus labios.
Fin
Rafa Marín

Penumbra (relato corto)

La puerta del Mercedes se cerró y ella, sintió un nudo en la garganta. En sus manos tenía una pequeña caja, en su interior una nota y un antifaz. A las 20:00 h, en la puerta de la mansión de La Roche, sea puntual, el chofer pasará a buscarla, no entre sin antifaz.
A las 20:00 h, el chofer abrió la puerta y ella se apeó. Se puso el antifaz y sonrió, se veía atractiva, el vestido negro de encaje realizaba su figura; con medida lentitud subió la escalinata, al acercarse a la gran puerta, está se abrió dejando ver un amplio salón.
Entró, la gran alfombra amotiguaba sus pasos. Cuando alcanzó la mitad del salón, la luz bajo de intensidad, hasta quedar en penumbra. Sobre la escalinata, guardada por las armaduras que decoraban cada rellano unos puntos rojos de luz indicaban el camino a seguir.
Dejó caer la caja de sus manos, casi ni notó el gesto indolente, volvió a tragar saliva; levantó la mirada, no se veía a nadie. Comenzó a subir, peldaño a peldaño, su mano izquierda se deslizaba sobre el mármol negro de la barandilla, ahí sintió su primer temblor.
Alcanzó el primer piso, un pasillo forrado de madera se abría a su derecha, como una invitación. Las pequeñas luces rojas lo recorrían a intervalos regulares, miró hacia atrás, conforme avanzaba, tras ella se hacía la oscuridad, la penumbra era su horizonte.
El pasillo cuajado de cuadros y trofeos de caza, torcía en ángulo recto, ahora a la izquierda, al final de la línea de luces una puerta entreabierta; está vez el temblor la sacudió, sintió como el espasmo le recorría la espalda y como su sexo palpitaba de deseo.
Alcanzó la puerta y la empujó; una cama con dosel fue  lo primero que vio. Entró, a un lado una mesa con dos copas y una botella de champagne en una cubriera de plata parecían esperar. Tomó la botella y bebió directamente de ella, sacudió la cabeza despeinándose.
En un rincón se dibujó la sombra del hombre; ella lo miro, se deshizo del vestido y mirándole cerró la puerta.

Fin
Rafa Marín



jueves, 19 de julio de 2018

Desamparado (relato corto)

El dolor le hizo despertar, quiso moverse, volvió a desvanecerse. Esta vez fue el frío quien le sacó de la inconsciencia. Curiosamente su primera necesidad fue saber que hora era. Sobre el cielo brillaba una luna menguante, casi invisible y las estrellas infinitas.
El frío era como una mala pesadilla de la que no se despierta, levantó cuidadosamente su brazo izquierdo, el reloj no estaba, vio la herida de su mano ... grito, nada, nadie. Pensó en lo que había pasado, la horrorosa explosión, la sacudida, la oscuridad fatal.
Tiritaba de frío y de fiebre, en el cielo se desdibujaban las estrellas, oyó un motor y voces y quiso gritar. No escuchó su voz, cerró los ojos, pensó en su madre, sonrió con el recuerdo y lloró. Volvió el ruido de los motores y como se aleja, se supo perdido.
Quiso moverse otra vez, sólo consiguió levantar el brazo y lo agitó lentamente, como en una despedida triste, lloró otra vez. La pierna le dolía, pera a la vez se sentía entumecido. Se levantó el sol y oía el tráfico que iba cobrando intensidad; ¿nadie me va a ver?
Las horas, casi pudo contarlas, poco a poco en el cielo se iban despertando las estrellas y está vez el frío se hizo cruel, dolía como duelen los correazos sobre la espalda. Quiso gritar otra vez, pero no se oía y ya no lloró. Asumió su fin, suplicó que llegara.
Nunca olvidaré esta noche ... se rió, claro que lo harás, antes del amanecer ya habrás muerto y desaparecerán frío y dolor, este pensamiento lo tranquilizó. Al menos no llegarán más recuerdos y dejará de ver la mirada triste y perdida de su madre...se durmió.
El día y la noche se confundieron en una agonía que no se quería marchar. Pensó en su vida, la infancia, la pubertad, quiso llorar pero no pudo, las estrellas brillaban, pero no las podía ver, en cambio si las podía imaginar. Se sintió en paz y pesó ya es hora.
Despertó y una mirada le tapaba el cielo, se quedó mirando aquellos ojos borrosos y sonrió. Ya no se sintió desamparado, una pequeña Cruz Roja le saludaba como un cálido amanecer.
Fin
RafaMarín




miércoles, 18 de julio de 2018

Conexión Urales (relato corto)

Paso de Dyatlov
1° de febrero de 1959
Hemos hallado lo que parece un joven Yeti.
Hemos necesitado tres dardos tranquilizantes para poder abatirlo. La mala suerte ha querido que una expedición de 9 jóvenes fuese testigo.
Los hemos convencido de que es un oso; pero no parecen muy dispuestos a creer, se hace tarde y decidimos montar el campamento a cierta distancia de ellos.
3 de la madrugada: se oye un brutal grito, parece que la madre del joven Yeti anda cerca, de forma precipitada levantamos el campamento y huimos del lugar.
Mientras nos alejamos, una sombra ataca el campamento de los jóvenes, en el fondo casi nos alegramos, sin testigos no habrá preguntas ni respuestas. Comienza a nevar y no quedaran huellas de nuestra expedición; el Politburó estará contento, por fin tenemos uno.
Llevamos al desvalido ser lejos, lejos de su madre, de su entorno ... de nuestra conciencia. Se nos prohibió volver a hablar de él, y de mala gana juramos reconocer su propia existencia. Pasaron los años, ascendí en el escalafón y en la política; regresé.
Ahora, con el grado de Coronel, se me abrieron ciertas puertas. El complejo, sumido siempre en la oscuridad del secreto apenas había cambiado. Naves aisladas en el exterior y todo un laberinto bajo tierra. Pedí ver al ser, el científico jefe me miró con sorpresa, al pricipio pensé que ya no existía, pero su mirada sonriente me tranquilizó, al menos por un instante. Estábamos en el año 2005, y ante mí se destapó el plan único y último, el ser sería nuestra arma perfecta. No tenía el espeso pelo que le cubría de pies a cabeza.
Tenía aspecto de rubicundo fofo y mal humorado, era algo más alto y andaba justo de inteligencia. Todos los veterinarios del equipo reconocían los escasos progresos con el ser y por eso lo llamaban triunfo. Se decidió soltarlo sobre USA, a modo de broma pesada. Su nombre en clave: Дональд Трамп.
Fin
Rafa Marín

lunes, 16 de julio de 2018

Sobre su manto

Dibujó sobre su manto de sueños,
una ilusión tejida con hambre callada
y la llenó de antiguos miedos.
Su corazón, tan cansado que lloraba,
no quiso nuevas esperanzas y anhelos.
Con su voz de plata él le canta,
quiere su mirada llevarle un te quiero;
la noche en ella dolor descarga,
nada que ganar tendrá su caballero.
Rafa Marín

sábado, 14 de julio de 2018

Oda

Sobre el sol de mediodía,
esperanza que cabalga;
una voz que me decía:
el amor puro no se acaba.
OH! Tú, excelsa maravilla,
diosa de amor encumbrada;
será tu voz para mí delicia?
O...cual Odiseo que regresa,
recibiré sólo tu lejana letanía?
Dulces las horas muertas,
que adelantan la luz de mil estrellas,
agostado estío que en su pasar,
va acallando con su calor mis letras.
Tú, que nunca serás mi tierno amor,
de mi silencio por ti, de mi te quejas.
¿no querrás hoy leer esta oda?
Pues sin tu oído, mi voz sólo es;
el triste granizo de una corneja.
Rafa Marín

El convento (relato corto)

La joven miraba con ojos llorosos a la luna desde el enrejado ventanuco de su celda. Aquí -pensaba- encerrada en la flor de la edad, sin juicio y sin defensa. Tras los muros un dulce canto se hacía sentir, alegres voces que a Dios su plegaria alzan.
De repente el cerrojo que la aísla, sordamente se desliza y una agria voz le conmina a salir. Descalza como está, toma del pebetero la lucerna y se une sin más a esa procesión de niñas que en su encierro ya nada de la vida esperan. Vida de virtud sin maternidad.
Ante al austero y frío altar, una docena de niñas espera, la madrugada se hace notar, ni la curiosidad las despierta. Tiemblan sus labios y con sus propios brazos se abrazan, visten un sayo blanco nada más, que larga se hace la espera. Pronto el sol despuntará dando color y vida a las vidrieras. Ahora, sólo les queda rezar, que ese Dios de la Cruz al que en su esperanza veneran; les traiga una vida corta y de sus familias la piedad y hoy, por pobres con silencio se les niega. Sólo una parece no llorar de esta docena.
De mirada viva y boca que nació para besar, en su sueño ve, a ese apuesto galán que por los muros trepa. Para sus adentros una sonrisa dibuja, porque aún no sabe la agonía que le espera. Es una novicia nada más y los próximos diez años dormirá encerrada en su celda.
El frío del lugar y la escasa dieta, poco a poco a estas flores la va a marchitar; no habrá nocturnos galanes ni familia que las vaya a rescatar. Sólo de tarde en tarde el tierno beso que una de ellas a otra da. Así cada madrugada, de tan inhóspito lugar se alzan las voces más tiernas, dulces y bellas.
Alguna vez el rey el convento visitará y ellas, atrapadas en la clausura de las rejas, al monarca con su canto, un momento de éxtasis le daran.
Fin

Rafa Marín

martes, 10 de julio de 2018

Dulce señora

Acaso dulce señora,
escuchó el dolor rugiente,
que llena mi pecho?
No, no son versos
que amor imploran,
sino una tormenta
de esta pasión
que llevo dentro.
Azogue que me envenena,
locura que no invento,
si el latir de su corazón,
junto a mi oído no siento.
¡Cruel!, boca esa que calla,
como la pálida lápida
que sobre mí ánima
es frío que voy sintiendo.
Rafa Marín

La zarampaña (relato corto )

La mañana había sido festiva, y viendo el brillo alcoholizado en los ojos de su padre, decidió tomar sedal y anzuelos y poner espacio entre el y la casa. Sé acordó de la zarampaña, con sus lombrices enormes y hacia allí se dirigió con su inocente e infantil sonrisa. Con manos expertas escarbó en el cieno gris de la orilla, al poco dos enormes lombrices se retorcían ensartadaa en los anzuelos, ató los sedales a una rama que colgaba del viejo sauce y se tumbó mordisqueando una brizna verde de tierno tallo; se sintió feliz. Abrió los ojos sobresaltado ante el chapoteo y un enorme lucio se debatía cerca de él, con nerviosismo agarró el sedal; entonces algo llamó su atención. El sol rendía su dominio en poniente entre anaranjado y rojo, estaba ya anocheciendo. Mientras pensaba en lo que hacer, si volver a casa a escondidas y simular que había estado estudiando o simplemente quedarse con el pescado y llegar triunfante, el pez se escapó. Su decepción fue tan grande como su nueva sorpresa; en mitad del río una barca con una mujer arrodillada dentro, y los peces, por decenas, saltando dentro. Sé frotó los ojos y al volver a mirar, la barca ya se acercaba al embarcadero de la zarampaña. Se dirigió hacia allí, quería ver lo que creyó que había visto, olvido padre y casa y las consecuencias que pudieran acarrearle.
El sol se ocultaba con rapidez, parecía como si la noche quisiera envolverle. Llegó junto a la choza de María la bruja, cosa que él no creía que fuese. Por aquellas fechas, el hambre se dejaba sentir con toda su cruda realidad y al ver la fila de gente sonrió. Como el resto de personas se quedó en silencio alrededor de María, a los pies de ella, varios cestos llenos de peces, y ante sus manos extendidas una luz que él nunca pudo explicarse.
Rafa Marín

Cuando duermes

Ahora que sé que duermes,
mientras las estrellas titilantes,
mi cielo con su luz prenden;
dejo una lágrima resbalar,
ya nadie me ve y nadie se ofende.
Como quisiera oirte suspirar,
sentir en mi piel tus labios que muerden
y verte gozar entre gritos
que mi nombre cual mantra repiten.
Sé que es una locura nada más,
sueño imposible que sólo tú entiendes;
pero, que más podemos esperar,
si las noches son un tabú de frente?
La alegría de verte llegar,
con un faro en la mirada
y desnudo todo lo demás.

Rafa Marín

lunes, 9 de julio de 2018

De este dolor

De este dolor,
que cada noche es tenaza,
¿qué podría decir yo?
Se irá,
cuando me salude ella
y su guadaña,
beso seguro que ya me besó.
Sentiré ...
otra vez el frío mármol en la espalda
y dejaré de ser al fin yo.
Recuerdo que te acompaña,
porque no puede ser amor.
Ilusión en la balaustrada,
qué se adorna con la sinrazón;
meras marcas en la espalda,
rápido latir de un corazón.
Lloverá dolor bajo la luna,
mil estrellas de efímero relumbrón;
Acuáridas que su vida gastan,
año tras año, sin piedad ni perdón.

Rafa Marín

domingo, 8 de julio de 2018

Un desconocido (relato corto)

Nació, quizás porque no quedó más remedio; prematuro y dicen que más chico que las alpargatas de su padre. Como nadie pensó que fuera a vivir, le dieron lo justo para no parecer inhumanos, pero ya que nació, quizás puso el suficiente empeño en seguir viviendo. Pronto se acostumbró a perseguir el alimento por los campos, huevos de perdiz o de lagarto o de gallinas ajenas, pero esos los pagaba muy caros. De sus primeros años recuerda la soledad infinita del campo y el río que lo mantenía alejado de la sociedad; y los palos. Las noches de paz, las pasaba acurrucado en un jergón de lana y las otras, subido a un viejo olivo, mirando las estrellas y llorando. Se hizo pedernal a los catorce y a los dieciséis salió volando. Conoció mundo, culturas y sobre todo humanidad y hambre, pero vivió. Aprendió a confiar a los treinta y tantos, una noche de mayo. Se perdió en unos ojos y que le dieron lo que le negaron todos. De sus vivencias, que contar; vivió de la humanidad lo peor y lo más malo, también conoció la amistad verdadera y el poder de la lealtad. Dicen, que no duerme tranquilo, que cada noche se despierta gritando y buscando bajo la almohada, pero que basta una mirada para calmarlo. Dicen que por todo se queja y que tiene mirada de diablo; pero claro, eso solo lo dicen quienes lo tienen muy cerca. Yo, quisiera decir de él, que es un buen amigo, pero sé, que sólo le queda uno y se llama Antonio. Sé, que el resto se quedó por los caminos y que tarde o temprano en ellos los encontrará.

FIN

Rafa Marín

jueves, 5 de julio de 2018

Sed

Tan antigua la siento,
está sed de mis labios;
arenas de sal y viento,
vieja como los agravios.
Boca sin ese alimento,
de ella los besos varios;
destino donde me pierdo,
navegante sin Astrolabio.
Este rumbo que navego,
sueño y vida que arrojé;
a su merced me entrego.
Fui tan diablo como viejo,
tanto; mi alma ahí dejé,
para no tener ya sosiego.
Rafa Marín

martes, 3 de julio de 2018

Amanecer

Hoy amaneció,
como lo hace en los caminos solitarios,

vastedades de luz y olvido,
sombras azules en la distancia.
Miro al Levante
que disipa las sombras,
al sueño que se aleja
y busca el fresco en las arenas.
Miro al Levante
que me descubre a Cybola,
rutilante estrella
que cada noche se asoma.
Miro a levante
y veo alejarse el sueño que persigo.
El sol nace por mi ventana,
tras un monte
que se derrama hasta el mar.

Rafa Marín

lunes, 2 de julio de 2018

El sueño (relato corto)

Desperté; hacía calor y en la oscuridad de la habitación notaba la humedad en mi cuerpo. A mi lado había una persona, palpé con cuidado, era una mujer, pero aunque estaba como yo, su cuerpo era como un bloque frío de gelatina. Encendí la luz y se destapó el peor de los infiernos, todo estaba lleno de sangre, la cama, las paredes, el suelo ... yo. La mujer, tenía los ojos abiertos y una horrible herida que casi la partía en dos.
Empezaron a sonar golpes en la puerta, las voces de quienes gritaban la palabra ¡policía!, en su misma urgencia me aturrullaban; miré en derredor, no recordaba nada, bueno si, la voz de ella invitandome a subir.
Resbalé con la sangre del suelo y caí; bajo la cama, dos destellos verdes y una sonrisa malévola me observaron.
Abrí y cerré los ojos, allí no había nadie, quizás fue el absurdo deseo de que todo fuera algo ajeno a mí voluntad.
Recuerdo el tropel de agentes, sus caras de espanto, como me leyeron mis derechos...el metálico chocar de la puerta de la celda...
Recuerdo la mirada de desprecio de mi abogada de oficio, los interrogatorios y el nombre con el que todos llamaban a la víctima, recuerdo la primera vez que lo oí; Anastasia. Tenía 30 años y aquella fatídica noche de la que nada recuerdo...se cruzó conmigo. Los días monótonos de la prisión preventiva, se vieron alterados por el inicio de la vista oral, mi abogado (ya no era de oficio), Me miró y me dijo, sólo tienes tu laguna mental, y ellos tienen todo lo demás, será un juicio rápido y no tendrán piedad. No recuerdo las palabras que utilizó el fiscal en su alegato, pero si sus ojos de mirada desorbitada y sus labios al abrirse y cerrarse en una boca espumareante y gritona.
Como se esperaba, la sentencia fue solo un trámite, cadena perpetua...
Recuerdo al alcaide y sus normas, y como tirado en el catastro se apagó por fin la luz...
Me desperté, había soñado, un largo y agónico sueño, a través de las cortinas se filtraba la luz del amanecer, suspiré lleno de alivio.
Entonces oí una voz que gritaba ¡policía! ¡policía!, abrí los ojos, hacía calor y mi cuerpo notaba la humedad que lo bañaba; había una persona a mí lado...
Fin

Rafa Marín

El limonero

La cálida tarde alargaba las sombras
y despertaba el olor a azahar del limonero.
A sus pies, él, tumbado la miraba
y ella se sentaba, ahí se detuvo el tiempo;
nada podía hacer avanzar sus ruedas,
pues eran un solo corazón que en su latir,
de amor los estaba matando.
Las manos, petreas, frías como puro mármol
que en silencio ven pasar hoy;
el resto de los años.
Rafa Marín