Recuerdos de un lejano ayer,
noches de verano pasadas en vela,
y una luna que se asoma sin saber
que el infierno vive en esta tierra.
Recuerdo aquellas manos aún tiernas
y sus suplicas que pedían ver llover.
Ahora que tus ojos otra vez cierras
sin saber que mal pudiste hacer.
Quizás fue solo el hecho de nacer,
aquellas noches que fueron eternas
en la memoria imperturbable y cruel.
Y tus sentidos, caballos que frenas,
sedientos siempre de su propio placer.
Amaneceres en un banco entre la niebla.
Rafa Marín
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