Noche larga y aciaga,
aceras que fulgen llenas
como pestilentes ciénagas.
No hay brillo de estrellas
ni suspiros en la madrugada,
solo la eterna luz naranja.
Caminante sin destino,
errante y perdida alma
buscando fortunas olvidadas.
Noche como arruga del lino,
fría y siempre áspera,
manos nudosas y vacías.
Amanecer gris y destemplado,
ladeado cuerpo de alfiler
que se clavó en mi costado.
Rafa Marín
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