Imaginarte, ahí,
como si fueras Atenea
y su aureo arco.
Y yo, sabiéndome tu blanco,
descubro mi pecho
¡VEN! Dispara la saeta
y parte en dos este corazón,
que ya está herido de muerte
y líbrame del dolor de verte;
tan hermosa e inalcanzable.
Dulce flor de pétalos rojos.
Rafa Marín
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