Si el dulce perfume de tu ser,
por un momento yo sintiera,
en mis labios y su insaciable sed;
nadie más feliz que yo hubiera.
De tu risa carmesí su palidez,
cual infierno que te quema,
gotas de pasión en su correr,
que menos yo, besa cualquiera.
Tú, eres mi desdicha mujer,
dulces cantos de sirena,
siempre ahí,
sin decir ni prometer.
Sin dar a mi aliento y su quimera,
ni esperanzas ni tierra,
en las que mi amor verter,
cual manantial que te riega.
Rafa Marín
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