La miro sonreír mientras se aleja.
Ella, constantes arenas del tiempo,
única verdad que a todos nos acerca,
me hace un guiño, como diciendo:
tú espera; porque mañana seré vereda,
un camino solitario que recorrerás.
Pero hoy saluda y como siempre,
sonriente y misteriosa se va.
Me quedo quieto y la saludo cortés
y extasiado y temeroso y vacio.
Otro día más de estar para ser,
otro para levantarme y caminar.
Quizás uno menos para saber,
¿quién sabe que pasará?
Sólo ella con su magia,
con su presencia inagotable
y constancia diaria.
Ayer, entre vidas la olvidé,
pero hoy ella me ha recordado.
Rafa Marín
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