El chico saltó desde el puente, lo venía haciendo desde los 9 años. El salto, carente de toda técnica fue espectacular; pero algo había salido mal, los segundos pasaban y su cabeza rubia no asomaba. La preocupación se convirtió en risas al aparecer una mano y saludar.
La mujer guardó su cámara y sonrió complacida; ahí estaban su historia y el chico que la protagonizaba. Llevaba años buscando algo así, con su toque de dramatismo y a la vez de belleza juvenil; no acababa de entender el porqué del salto, pero ya lo averiguaría.
La periodista tenía ganas de ver revelado de las fotos, así que cenó pronto y rápido, se encerró en la habitación del hotel. Se acostó pronto y esperó en vano a que llegará el sueño. Algo o alguien la intranquilizaba, como si una señal de alerta estuviera sonando en su cabeza.
A la mañana siguiente, mientras desayunaba frente a la tienda donde le estaban revelando el carrete, pensó en el chico y el puente, una sonrisa iluminó su cara. Era de verdad joven y guapo y el puente sobre la garganta fluvial daba vértigo.
Desde la mesa vio como abría el negocio y tras pagar se dirigió hasta él.
El dependiente la recibió con su mejor sonrisa, la propina había sido elevada para un trabajo tan fácil.
Unas fotos muy bonitas señorita, alcanzó a decir. Una preciosa vista del puente y el sol. Alzó un sobre y le entregó las fotografías.
Comenzó a pasarlas y su mirada pasó de curiosidad a perplejidad. El chico no aparecía en ninguna de las 4 últimas fotografías del carrete.
Las fotos estaban desenfocadas y casi no se percibía en ellas nada. Algo que la frustró; pues el resto estaban nítidas. Se veía el puente y el angosto precipicio con el río al fondo, pero en las que debería aparecer el joven...nada.
El dependiente se encogió de hombros y sonrió, a veces pasa dijo.
La fotógrafa compró un carrete y sonriendo salió.
Caminaba distraída y casi sin darse cuenta acabo en el puente, la gente ocasionó el salto de chico, para luego alejarse en silencio.
Mujer preguntó a una joven sobre cuando volvería a saltar y la chica, bajando la mirada se alejó sin responder.
Como necesitaba las fotos y la historia, decidió esperar junto al puente al nuevo salto.
Las horas pasaban y distraída tomó fotos de los alrededores, ya sólo le quedaban 4 disparos de cámara cuando apareció el chico. Caminaba ausente, ella levantó la cámara y disparó; la foto sería buena.
Mientras el chico sin mirar a nadie se subió al petril del puente, allí la 2° foto. Corrió y se puso en un buen ángulo, 3° ...
Cuando el saltador estaba descendiendo la última.
Se repitió el resultado las 4 fotos del chico salieron mal; cada día fue igual, casi desesperada, acudió el séptimo día con su séptimo carrete, con un suspiro lo colocó en el mostrador. El dependiente la miró y con una mirada llena de tristeza le dijo. Déjelo señorita y si espera un minuto allá en la cafetería, le contaré una historia.
Esperaba ante un humeante café cuando apareció el dependiente con un libro en las manos. Se sentó frente a ella y le ofreció el libro ... ahí estaban su chico, el puente y las malditas 4 fotos, sólo que estás parecían tener muchos años.
Ella levantó la mirada hacia él. El hombre cabeceó, si dijo. Y comenzó su historia.
El chico que cada día salta desde el puente, se llamaba Juan, desde los 9 años saltaba al río cada sábado...luego comenzó a saltar a diario y un día algo salió mal.
Fin
Rafa Marín
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