Sobre este mar impío amanece,
ausentes las sombras,
de un mundo sin conciencia.
Las farolas desnudas,
estrellas moribundas,
van apagando su luz.
Las camas de cartones,
como jóvenes estridentes,
en un triste montón;
hablan de sueños perdidos,
de este maldito dolor.
Despiertan ausentes,
los hoy afortunados
del sueldo miserable;
agachadas cabezas
del por siempre si señor.
Mientras a mi esto me duele,
me mancho la barba
con pan tostado,
mantequilla sin sabor.
El sol se levanta sin bostezar,
nada nos enseña.
Lo suyo es la luz que ojos ciega,
que torsos calienta sin pudor.
Que triste amanece en mis manos vacías,
ya olvidaron su audaz valor;
ahora se contentan,
con no pasar frío,
con en vaivén de unas caderas
y escribir sin amor.
Otro día que llega,
otra noche perdida;
entre nieblas se escapó.
La vida en mi mirada de regodea,
ninguna lágrima se escapó.
Rafa Marín
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