No lo vi,
pero no puedo dejar de imaginarlo.
Con una mano vacía tendida
y sobre las aceras sus pies descalzos.
Los transeúntes ciegos,
pero no puedo dejar de imaginarlo.
Con una mano vacía tendida
y sobre las aceras sus pies descalzos.
Los transeúntes ciegos,
los que miran para otro lado.
Con su cuerpo herido y su alma,
que no sé por lo que habrá pasado.
No lo vi,
pero no puedo dejar de imaginarlo;
rota quedó mi conciencia,
la que no tengo,
en más de mil pedazos. Adulamos al poderoso
que nos escupe cuando pasamos
y somos insensibles ante su presencia,
del débil somos la crueldad,
con nuestro desprecio nos jactamos.
No lo vi,
pero no puedo dejar de imaginarlo.
Su imagen me me llevo otras calles,
con sus miserias y sus calvarios.
Con su cuerpo herido y su alma,
que no sé por lo que habrá pasado.
No lo vi,
pero no puedo dejar de imaginarlo;
rota quedó mi conciencia,
la que no tengo,
en más de mil pedazos. Adulamos al poderoso
que nos escupe cuando pasamos
y somos insensibles ante su presencia,
del débil somos la crueldad,
con nuestro desprecio nos jactamos.
No lo vi,
pero no puedo dejar de imaginarlo.
Su imagen me me llevo otras calles,
con sus miserias y sus calvarios.
Rafa Marín
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