La noche estaba neblinosa, las farolas del viejo puente metálico derramaban sus conos anaranjados de luz sobre el negro de la noche, de la calzada y sobre el negro viejo del puente. El coche de policía iba despacio, el agente miraba todo con aire distraído y ausente.
Algo le llamó la atención en el otro petril del puente, entre la cada vez más espesa niebla. Era un blanco más compacto, más...opaco y sustancial. Aceleró el vehículo y al salir por otro lado, dio media vuelta y condujo hasta aquella blancura tan densa y extraña.
Al llegar creyó ver que la blancura se deslizaba fuera del puente y tomando la radio llamo a la central. Con voz profesional dijo:
Patrulla N3 a central. Adelante N3.
Central, posible salto de suicida en el puente de la calle Soledad.
Enviamos apoyo, dijo la radio.
Poco después varias sirenas se oían en la noche, al rato las luces azules las acompañaron. Se cerró el puente y los agentes orientaron unos focos hacia el lecho seco del río.
Sólo la lechosa presencia de la niebla pudieron ver, pero uno de los agentes gritó - allí, al mirar todos en esa dirección sólo vieron un girón de niebla y nada más.
Se recorrió el Pedregal bajo el puente con la luz del día, pero no se encontró nada.
En el informe se hizo constar como falsa alarma.
No había pasado una semana y la niebla lo volvía a invadir todo. Esa noche el coche patrulla N3 era conducido por otro agente; al llegar al puente metálico la misma escena, sólo que está vez el agente pudo ver con cierta nitidez a la mujer que vestida de blanco saltaba al vacío.
El agente llamó a la central, esta vez la cosa se tomó con más tranquilidad. Se informó al agente de lo ocurrido días antes y se le preguntó si estaba seguro. El agente dudó, pero aún así, dijo que iba a mirar bajo el puente.
El reconocimiento del policía no obtuvo un resultado positivo, por lo que en él informe se hizo constar otra falsa alarma.
Estos hechos se repitieron cada vez que había niebla; pronto por el departamento de policía se empezó a hablar del fantasma del puente.
Sin embargo, en la otra punta del mundo, la abadesa de una congregación religiosa, ponía en conocimiento de la policía, la extraña desaparición de varias novicias mientras cruzaban un viejo puente de hierro; simpre los días con niebla.
Fin
Rafa Marín
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