Nos dormimos
sobre la rama
de un laurel seco,
por siempre perfumada
y condenada
a no florecer de nuevo.
Nos dormimos narcotizados
por esa realidad
que sólo fue un sueño;
uno del que ahora
no queremos despertar,
porque nos vencen
los amargos miedos.
Rafa Marín
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