Cada tarde de un cordel,
mil amapolas colgaba;
sueño en el que renacer,
en corazones los transformaba.
Niña, le gritó el lejano ayer,
¿dónde quedaron tus alas?
Ella lo miró sin comprender;
pensó, si sólo soy su hada.
Que difícil es poderla no querer,
con ese mar que es su mirada.
Ella cada tarde con su cordel,
horas de su vida pasaba,
corazones para tender;
amapolas que amor sangraban.
Rafa Marín
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