Cuatro palabras para un verso,
porque cuatro fueron nada más;
escondidas entre duros silencios
de los que nunca más escaparán.
Hojas caídas que arrastra el viento,
charcos de lluvia con brillo de cristal.
Estériles como acequias en el desierto
esperando una lluvia que no vendrá.
Tú, que eres voz, del aire lamento,
nube que entre luces trae ese trueno
que mi alma como brizna hace temblar.
Yo, avestruz en su fatal agujero,
quiero ser eterna noche sin final,
perdida voz, eco en los desfiladeros.
Rafa Marín
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