Barro y hueso como semillas del mal;
infinita sed de ese conocimiento
al que no dimos ninguna utilidad.
Asomadas almas con manos de ciego
cansadas ya de tanto querer palpar.
Entregados al pan sudado hoy,
para acallar los malditos que dirán.
Descreídas bendiciones muertas
junto al blanco sueño de un altar.
Amotinadas bocas mendigas de justicia,
arruinados cuerpos que matará la edad.
Rafa Marín
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