Atrás quedan las verdes colinas,
ocultas tras las densas nieblas.
Atrás quedan mis amadas veredas,
atrás el viento soplando en las cimas.
Atrás los interminables días,
sin lugar para la paz y la fiesta.
Atrás quedará esta cruel guerra
que hizo mi alma escurridiza anguila.
Atrás el agua de la torrentera fría
arrastrando en su corriente de seda;
las piedras pequeñas las hojas caídas.
Rafa Marín
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